Cinco actitudes que te amargan la vida
Las actitudes que deberías desechar para no amargate la vida.
1. Compararte con los demás.
Tenemos una tendencia innata a compararnos con los demás. De hecho, la comparación es una de las operaciones básicas de nuestro pensamiento, a través de la cual extraemos conclusiones. Comparamos dos objetos para determinar cuál es más grande y comparamos dos precios para saber cuál es más económico.
Sin embargo, el problema comienza cuando no logramos controlar la tendencia a compararnos con los demás. Las comparaciones continuas pueden dar lugar a una percepción deformada de nosotros mismos, haciéndonos sentir inferiores. Esas comparaciones pueden hacer que nos sintamos defraudados de nosotros mismos y que menospreciemos nuestros logros y esfuerzos.
Por eso, es importante ser conscientes de que todos somos diferentes y afrontamos circunstancias diversas a lo largo de la vida. Es fundamental aprender a vivir siguiendo nuestros propios sueños, determinando nuestras metas y, sobre todo, sintiéndonos satisfechos con lo que hemos logrado. Ten siempre en mente las palabras de Walt Whitman:
“soy tan malo como el peor, pero gracias a Dios, soy tan bueno como el mejor”.
En definitiva, no intentes ser mejor que nadie, sólo trabaja por ser la mejor versión de ti mismo.
2. Intentar ser perfecto.
El perfeccionismo es un arma de doble filo que, en vez de permitirnos avanzar, nos mantiene dando vueltas en círculo. Intentar ser perfecto implica que, en el fondo, experimentamos una sensación de insuficiencia permanente. Cuando somos víctimas del perfeccionismo es porque creemos que existe algo erróneo en nosotros que debemos corregir, aunque no siempre sepamos muy bien de qué se trata.
Esa actitud nos conduce a desarrollar un nivel de autoexigencia demasiado elevado, que solo sirve para generar un estrés innecesario. Nos convertimos en jueces implacables de nosotros mismos, no nos sentimos satisfechos con nada de lo que logramos y nos mantenemos en un estado de tensión constante. El perfeccionismo nos lleva a menospreciar nuestros logros y centrarnos en los fallos, provocando una sensación permanente de insatisfacción.
En este caso, es importante aprender a abrazar los errores, comprender que estos no son buenos ni malos en sí mismos, sino simplemente oportunidades para aprender. Considera que a veces es mejor centrarse en el esfuerzo, más que en los resultados. Recuerda lo que dijo Erich Fromm:
“si con todo lo que tienes no eres feliz, con todo lo que te falta tampoco lo serás”.
3. Sentirte una víctima.
El victimismo es una trampa que nos tendemos a nosotros mismos. Cuando asumimos el rol de víctimas, nos atamos de pies y manos, entregamos las riendas de nuestra vida al destino porque creemos que no hay nada que podamos hacer. Cuando nos lamentamos continuamente y asumimos la costumbre de regodearnos en la queja, exageramos lo negativo y pasamos por alto las cosas positivas, por lo que terminamos desarrollando una visión distorsionada de la realidad.
Cuando asumimos una actitud victimista negamos nuestra responsabilidad y culpamos a los demás por lo que nos sucede. De esta forma, sin darnos cuenta, nos estamos negando la posibilidad de cambiar porque desarrollamos un locus de control externo. Al pensar que las cosas que nos pasan dependen de los demás, no desarrollamos una actitud autocrítica, que es imprescindible para crecer como personas. A la larga, esta actitud solo puede conducirnos al resentimiento y la desesperación.
El primer paso para abandonar esta actitud consiste en comenzar a asumir la responsabilidad por nuestros actos, comprender que somos los protagonistas de nuestra vida y que no debemos ceder ese rol a nadie. El filósofo John Locke decía al respecto:
“los hombres olvidan siempre que la felicidad humana es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias”.
4. Postergar las tareas.
Todos, en algún que otro momento, hemos postergado alguna tarea, solo porque no nos apetecía acometerla. Sin embargo, cuando la dilación se convierte en una actitud frecuente, cuando es una estrategia común en nuestro día a día, se convierte en un gran problema al que llamamos procastinación. En su base se suelen esconder las dudas sobre nuestras capacidades o incluso el temor al fracaso.
Obviamente, evadir las tareas que debemos enfrentar y postergar las decisiones suele jugar en nuestra contra pues, aunque puede reportarnos un alivio momentáneo, a la larga los problemas serán mayores. Cuando las tareas se acumulan y se acerca la fecha límite, aumenta considerablemente el estrés y la ansiedad. Además, trabajar y decidir bajo presión no suele ser una buena idea porque nos veremos obligados a elegir cuando ya estamos con el agua al cuello.
Para abandonar esta actitud es importante comprender qué se esconde en la base de la postergación. Quizás lo hacemos porque no sabemos por dónde comenzar, porque la tarea es tan grande que nos agobia, porque no confiamos en nuestras capacidades o porque la decisión que debemos tomar va en contra de nuestros valores. Sea cual sea la causa, recuerda lo que afirmaba William James:
“no hay mayor carga que la de una tarea no terminada”
5. Anteponer las necesidades de los demás a las tuyas.
Ser empáticos y tener en cuenta las necesidades de los demás son cualidades positivas que nos ayudan a cultivar las relaciones interpersonales. Sin embargo, todo tiene un límite y, cuando anteponemos continuamente las necesidades de los demás a las nuestras, abrimos las puertas a un sufrimiento inútil.
En muchos casos, detrás de esta actitud se esconde el miedo a quedarnos solos o a ser rechazados, dudamos de que las otras personas nos acepten tal como somos. En el fondo, priorizar continuamente las necesidades de los demás es expresión de una baja autoestima, pensamos que los demás valen más que nosotros y dejamos que sus necesidades prevalezcan, incluso por encima de nuestros derechos como persona. Sin embargo, al adoptar esta actitud no solo nos anulamos como personas sino que incluso podemos llegar a perder el respeto de los demás.
Es importante comprender que, en algunos momentos, no es egoísta anteponer nuestras necesidades y cuidar de nosotros mismos. En este sentido, el poeta Arturo Graf nos indicaba que:
“si pretendes y te esfuerzas en agradar a todos, acabarás por no agradar a nadie”.
Por eso, la clave radica en saber qué queremos y sentirnos a gusto con nosotros mismos.
Referencia Bibliográfica:
Sevdalis, N. & Harvey, N. (2007) Biased forecasting of postdecisional affect. Psychological Science; 18: 678-681.
SOLICITA UNA ENTREVISTA INFORMATIVA GRATUITA
Recibe la ayuda experta que necesitas. Pide tu primera entrevista gratuita, sin coste y sin compromiso y conoce cómo trabajamos personalmente, valoraremos tu caso y te indicaremos cual es el tratamiento más adecuado para ti.
El precio de cada consulta psicológica es de 85 euros. Ofrecemos un bono descuento de 5 sesiones por 375 euros (75 euros por sesión).
Es el momento de actuar. Podemos y sabemos cómo ayudarte, pero necesitamos que tú des el primer paso; Rellena el siguiente formulario o llama al 91 429 9313. Te esperamos.
Sobre la Autora
Rosario Linares es psicóloga y psicoterapeuta. Fue una de las pioneras en España en integrar en la psicoterapia el trabajo terapéutico, tanto con la parte más racional de nuestro cerebro como con la parte más emocional. Para ello utiliza una metodología innovadora, con herramientas como la hipnosis, EMDR (Eyes Movement Desensitization and Reprocessing), PNL (Programación Neurolin- güística), EFT (Emotional Freedom Techniques), el mindfulness y el coaching.
Actualmente dirige el gabinete de psicología "El Prado Psicólogos", centro psicológico de referen- cia en Madrid en psicoterapia breve y terapias de tercera generación, dónde se trabaja desde una metodología integrativa.
Ha publicado los libros "Resiliencia o la adversidad como oportunidad" y "Duelo y resiliencia. Guía para la reconstrucción emocional", este último junto a su compañera Ana María Egido.
{{user}}
{{body}}
{{user}}
{{body}}
Se el primero en comentar
{{/.}}