Señales de alerta para ir al psicólogo

Señales de que se necesita ir al psicólogo

Las señales de que se necesita mejorar la salud mental y, por ende, es recomendable ir al psicólogo son las siguientes:

  • Haber vivido un trauma que continúa afectando en el presente.
  • Tener sentimientos enquistados acerca del pasado (p. ej. rabia).
  • Sentirse desbordado emocionalmente o atravesar una crisis personal.
  • Sentirse insatisfecho, desmotivado, vacío y/o estar casi siempre triste. Haber dejado de sentir ilusión.
  • Estar angustiado o estresado de forma habitual.
  • Tener un diálogo interno negativo (p. ej. excesivamente autoexigente o crítico).
  • Tener pensamientos negativos reiterados que generan manías, agobios o limitaciones. 
  • Sentir miedo o inseguridad ante personas y/o actividades cotidianas, mostrando dificultad a la hora de tomar decisiones o establecer límites (p. ej. decir no).
  • Tener dificultad para gestionar emociones como el estrés, el enfado, la tristeza, el aburrimiento o la vergüenza.
  • No controlar los propios impulsos, p. ej. tener estallidos de rabia.
  • Notar cambios anímicos frecuentes y sin aparente justificación.
  • Tener la sensación de que los problemas del pasado se repiten continuamente.
  • Notar que se necesita estar siempre ocupado para no sentir malestar emocional.
  • Sentirse solo.
  • Consumir sustancias tóxicas (p. ej. usar el alcohol como una forma de evadirse del malestar).
  • No conseguir hacer aquello que uno se propone.
  • Pensar que la vida no merece la pena, teniendo pensamientos suicidas o comportamientos autolesivos.
  • Dolores crónicos de posible origen psicosomático como:

    -Cansancio y fatiga crónica.
    -Dolores de espalda y cuello constantes.
    -Diarreas e infecciones repetidas.
    -Migrañas.
    -Fibromialgia.
    -Enfermedades autoinmunes.
  • Tener problemas de alimentación o sueño, ya sea por defecto o por exceso.
  • Identificar fallos de memoria o problemas de concentración.
  • Mostrar dificultades en las interacciones sociales o sentir que no se encaja con nadie.
  • Percibir que el propio estado anímico depende de los demás, que se necesita su aprobación o consejo para tomar decisiones.
  • Haber tenido alucinaciones o delirios.

"Las claves para saber si se necesita acudir al psicólogo son el nivel de malestar percibido —la intensidad, la frecuencia y la duración de la sintomatología— y su grado de interferencia en la vida diaria —es decir, la dificultad que genera en las áreas laboral, social y personal—".

En ocasiones, el dolor y el malestar pueden no ser detectados por el propio afectado, quien normaliza estas señales de alarma. Por ello, también es importante prestar atención a las observaciones y apreciaciones del propio entorno que, muchas veces, percibe ese malestar antes que el propio implicado. 

¿Cuál es la diferencia entre el psicólogo, el terapeuta o consejero, el coach y el psiquiatra?

Aunque los cuatro perfiles proporcionan apoyo y consejo al paciente, los conocimientos, habilidades y experiencia de estos son notablemente diferentes:

  • El psicólogo tiene una formación universitaria oficial y la habilitación necesaria para el ejercicio de su profesión (máster en psicología general sanitaria o vía PIR). Esto puede comprobarse fácilmente revisando si está colegiado en el Colegio Oficial de Psicólogos (COP).
  • El terapeuta o consejero no requiere de ningún tipo de formación específica. De hecho, muchos son autodidactas o han realizado algún curso breve de psicológica. Actualmente esta figura no está regulada por el B.O.E. y, por consiguiente, cualquier persona podría ser terapeuta, independientemente de si es o no psicólogo.
  • El «coach» ayuda a otras personas sin centrarse en su estado anímico o salud mental, sino que se focaliza en el proceso de cambio o crecimiento, motivando a la persona a desarrollar aquellas habilidades que necesita para alcanzar sus objetivos.
  • El psiquiatra es un médico especializado en salud mental que se encarga de diagnosticar, prevenir y tratar enfermedades mentales a través de un tratamiento farmacológico. Aunque normalmente el psiquiatra pone el foco en las enfermedades mentales graves desde una perspectiva biológica y química, hay psiquiatras que, además, son terapeutas.

"El terapeuta y el «coach» no tienen formación en psicopatología, lo que puede llevar a sufrir un aumento de la sintomatología previa, así como una retraumatización en los casos más graves".

¿Cómo puede ayudarme un psicólogo a mejorar?, ¿qué puedo esperar de la terapia psicológica?

La psicología es una ciencia que estudia la conducta y los procesos mentales, es decir, cómo interpretamos todo lo que recibimos a través de los sentidos, traduciéndolo a reacciones fisiológicas, pensamientos, emociones y conductas encaminadas a la propia supervivencia.En ocasiones, estas interpretaciones dejan de ser adaptativas, pues no se ajustan completamente a la realidad o la situación actual. Esto, además de causar sufrimiento, desencadena comportamientos y crea o fortalece creencias que dificultan o impiden afrontar la vida diaria, provocando un malestar significativo y afectando a las distintas áreas vitales. 

El psicólogo, por lo tanto, proporciona un espacio seguro y confidencial en el que poder entender sus problemas y desarrollar sus habilidades para manejar situaciones difíciles, ayudando a mejorar su calidad de vida, volviéndose más sana y equilibrada. En este sentido, se puede decir que el psicólogo ayuda, entre otras cosas, a:

  • Recuperar la ilusión y la pasión por vivir.
  • Superar crisis personales.
  • Cambiar creencias limitantes.
  • Tener un diálogo interno positivo.
  • Desapegarse de la necesidad de control, limitando las rumiaciones (pensamientos en bucle).
  • Proporcionar herramientas para gestionar tus emociones y manejar situaciones conflictivas de forma adaptativa y serena. Ej Estrategias de afrontamiento.
  • Poner límites, decir que no y expresarse de manera honesta (que no agresiva).
  • Prevenir crisis emocionales.
  • Conocerse y aceptarse a sí mismo, desarrollando el propio potencial.
  • Superar heridas emocionales y comportamientos autodestructivos.
  • Aumentar la resiliencia y fomentar el bienestar (hábitos de autocuidado). 
  • Mejorar y recuperar la salud física, superando las somatizaciones.
  • Mejorar las habilidades sociales, con el consiguiente cambio en las relaciones personales y profesionales.

"La terapia psicológica no está reservada exclusivamente para diagnósticos graves, sino para cualquier persona que quiera crecer a nivel personal, ganar seguridad y aumentar su bienestar emocional".

¿La terapia psicológica puede cambiar mi personalidad?

La personalidad es un constructo psicológico que agrupa el temperamento (tendencia innata hacia ciertos pensamientos y comportamientos) y el aprendizaje personal (la forma en la que se ha aprendido a gestionar las situaciones debido a las circunstancias vitales). 

La terapia psicológica, más que cambiar el temperamento innato, se centra en modificar los patrones de pensamiento y conducta aprendidos, que se han asentado a base de la repetición (el hábito).

De hecho, con independencia de las terapias psicológicas, se ha observado que la personalidad no es estática, sino que cambia progresiva y paulatinamente a lo largo del tiempo debido a las diferentes experiencias.

"No somos iguales a lo largo de la vida, la edad y las experiencias vitales van cambiando la personalidad, la cual está intrínsecamente ligada al bienestar".

¿Qué tipo de terapia psicológica es más adecuada para mí?

La terapia psicológica no es sólo escuchar a una persona y darle un consejo, como lo haría un amigo. Tampoco se basa exclusivamente en la empatía del psicólogo y el vínculo terapéutico. La terapia psicológica depende principalmente de los conocimientos y habilidades del profesional de la salud mental. Aunque todas las terapias son efectivas, el problema psicológico y la personalidad del paciente es lo que determina su alcance. Esto significa que no todas las terapias sirven para todo. A continuación, se describen las más reconocidas:

  • Terapia psicoanalítica: El subconsciente tiene el papel principal a la hora de resolver los problemas psicológicos, considerando los comportamientos presentes como defensas a conflictos que surgieron durante la niñez. Esta rama requiere de una formación específica en psicoanálisis.
  • Terapia psicodinámica: Inspirada en el psicoanálisis, pone el foco en el presente y en la influencia de los procesos inconsciente en el pensamiento, la emoción y la conducta del momento actual.
  • Terapia conductual: Se utiliza especialmente en la terapia infanto-juvenil, pues la capacidad de pensar en conceptos abstractos a esas edades es más limitada. se ha demostrado su efectividad en casos de dificultades en el control de esfínteres, trastornos del sueño, TDAH y problemas de conducta.
  • Terapia cognitivo-conductual (TCC): Nace de la fusión de la terapia cognitiva y conductual. Busca modificar los patrones de pensamiento disfuncionales, lo cual tiene un impacto en la conducta y el bienestar emocional. Es la terapia con más evidencia científica acumulada en el tratamiento de los distintos desórdenes emocionales.
  • Terapia dialéctica-conductual (TDC): Es una forma de terapia cognitivo-conductual que pone el énfasis en la regulación emocional, mejora de las relaciones sociales y la tolerancia al malestar. Fue desarrollada para el trastorno límite de la personalidad (TLP), pero también ha demostrado ser efectiva en trastornos de la conducta alimentaria, bipolaridad, conductas autodestructivas (p. ej. adicciones, autolesiones).
  • Terapia humanista: Enfocada en el desarrollo del potencial individual, busca el desarrollo de una mayor autoconciencia a través de la escucha activa y la empatía. Suele emplearse en pacientes con estrés, crisis existenciales y problemas de autoestima.
  • Terapia Gestalt: Es una de las terapias humanistas más famosas. Tiene como objetivo que el paciente aprenda a vivir centrado en el presente, siendo consciente de sus deseos. Es una terapia relacionada con el autodescubrimiento y el crecimiento personal.
  • Terapia sistémica: Esta terapia propone nuevos modelos de interacción social, ayudando a crear nuevas dinámicas. Es empleada principalmente para resolver problemas familiares o de pareja.
  • Terapia de aceptación y compromiso (ACT): Se basa en el principio de que las emociones y pensamientos incómodos no requieren ser suprimidos, sino aprender a convivir con ellos sin que interfieran en la vida diaria (esto es, la aceptación que parte de la flexibilidad psicológica). Resulta especialmente recomendada en casos de trastornos obsesivo-compulsivos, malestar emocional o dolor crónico y adicciones.
  • Terapia EMDR: La terapia de desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares es utilizada como tratamiento principal del trauma, siendo recomendada ante casos de miedos intensos (p. ej. fobias). Es necesaria una formación específica en la Asociación EMDR.
  • Counseling: Tiene como meta el desarrollo personal, ayudando a apoyar y orientar respecto a problemas puntuales de la vida diaria (p. ej. elección de carrera, transiciones). Esta rama no requiere de la titulación de psicólogo, pues se trata de un consultor.
  • Terapia integrativa o integradora: Durante los últimos años, se ha desarrollado esta forma de terapia que combina las distintas orientaciones psicológicas. De esta integración surge la posibilidad de abordar las distintas necesidades del paciente de una forma más apropiada y eficaz al momento que éste atraviesa. Todos los profesionales de El Prado Psicólogos emplean este tipo de terapia.

"La terapia integradora permite personalizar el tratamiento al abordar el caso empleando herramientas de las distintas corrientes psicológicas. Por ello, es la terapia utilizada en El Prado Psicólogos".

Aparte de la orientación psicológica, es importante diferenciar entre la terapia individual, la terapia de pareja y la terapia familiar

¿Es recomendable hacer la terapia online o ésta reduce la eficacia del tratamiento?

La terapia online cuenta con una serie de ventajas como la eficiencia y la rentabilidad (al reducir el tiempo y el coste del desplazamiento), además de facilitar la accesibilidad a la terapia (p. ej. en personas que viajan con frecuencia, cuentan con un horario restringido o que tienen movilidad reducida).

Sin embargo, también tiene varios inconvenientes. En primer lugar, está el no contar con conocimientos informáticos o la tecnología adecuada (p. ej. buena cobertura). Asimismo, la probabilidad de pérdida de privacidad se vuelve más alta debido al descuido de la propia intimidad o a nivel informático.

"Aunque no existen contraindicaciones absolutas, el tratamiento ha de resultar equivalente y cumplir con los criterios clínicos necesarios para la sesión online".

A continuación, se detallan las condiciones clínicas que hacen desaconsejable la terapia online:

  • Sufrir ansiedad grave, con crisis frecuentes o escasez de estrategias de autocontrol.
  • Tener una inhabilidad social grave (p. ej. agorafobia).
  • Sufrir un estado anímico muy bajo.
  • Mostrar problemas de impulsos graves (p. ej. agresores sexuales), abuso de sustancias o trastornos de alimentación severos.
  • Riesgo de autolesiones, tener ideación suicida u homicida.
  • Estar envuelto en problemas de acoso, abuso o violencia.
  • Tener graves conflictos de pareja o familiares.
  • Haber perdido el contacto y juicio de la realidad (delirios o alucinaciones).
  • En cualquier caso, es responsabilidad del psicólogo aclarar si es o no necesario acudir a terapia presencial.


¿En qué consiste la terapia psicológica?

La psicología es una ciencia, es decir, no se basa en la intuición ni en la interpretación personal del psicólogo. Las sesiones no consisten en que el paciente hable y el psicólogo dé un par de consejos en base a sus criterios y valores personales. La consecución de objetivos no se debe, por lo tanto, a un proceso mágico o milagroso, sino a la creación de un espacio en el que uno aprende a re-conocerse y adquiere las herramientas que precisa para su vida cotidiana.

Para ello, la terapia psicológica comienza con una fase de evaluación, en la que el psicólogo obtiene la información suficiente para poder entender la situación actual del paciente y su personalidad, para así poder realizar el correspondiente diagnóstico. Aparte de estas entrevistas clínicas, el psicólogo puede solicitar al paciente que rellene cuestionarios, test o autorregistros para completar la información necesaria.

Después, el psicólogo expone sus conclusiones al paciente, explicándole sus observaciones (qué le sucede, por qué tiene ese problema y qué lo mantiene) y cómo van a trabajar para mejorarlas. Este modelo explicativo y plan de tratamiento puede ser modificado con el tiempo en caso necesario, basándose en los criterios establecidos de idoneidad y eficacia respecto a dicho problema.

"La terapia psicológica no es una cuestión de fe, es una ciencia que aplica técnicas científicamente demostradas y que requiere de esfuerzo y motivación por parte del paciente y el psicólogo".

Una vez identificado el problema y su contexto, se pasa a la fase de intervención psicológica, que es la modificación de pensamientos y conductas disfuncionales a través de la adquisición de distintas herramientas. Cuando la persona va cumpliendo los distintos objetivos de su terapia, remitiendo su sintomatología y mejorando su bienestar emocional, se pasa a la etapa de seguimiento. Ésta es la última fase antes de dar el alta psicológica y consiste en resolver las posibles dificultades que vayan surgiendo y observar si se han asentado los cambios de forma estable y definitiva.

¿Con qué frecuencia he acudir a terapia psicológica?

La evidencia científica ha analizado durante años la frecuencia que obtiene mejores resultados y que acorta la duración de la terapia, facilitando la creación y el fortalecimiento de nuevas neurorredes.

En general, la frecuencia recomendada cuando se inicia un proceso de terapia psicológica es de una vez a la semana. En este sentido, el dilatar la frecuencia desde el principio, además de extender el tiempo de sufrimiento, puede dar lugar a una "terapia parche", es decir, tratar el tema de consulta desde un punto de vista más superficial debido a la falta de tiempo para comprender realmente el funcionamiento psicológico del paciente, reduciendo así la eficacia terapéutica al no terminar de tratar el problema de fondo. La terapia semanal facilita, por lo tanto, superar el problema de una forma gradual y realista.

Sin embargo, no todos los problemas ni personas son iguales: hay quienes pueden sentir que esta frecuencia es demasiado próxima y que no han conseguido "digerir y procesar" la sesión en dicho espacio de tiempo. También hay personas que, por la naturaleza de su problema, pueden espaciar un poco más las sesiones.

En cambio, dada la gravedad de los síntomas o el elevado nivel de malestar, hay personas que pueden necesitar realizar más de una sesión a la semana. Esto suele tratarse de algo puntual, aunque, en los casos más graves, hay personas que pueden llegar a requerir un internamiento hospitalario debido a su situación de especial vulnerabilidad (p. ej. en casos de desintoxicación, intentos de suicidio, etc.).

"La frecuencia es, por lo tanto, algo sobre lo que el psicólogo ha de asesorar desde la primera sesión, pues depende de la naturaleza y gravedad del problema y los avances personales".

En cualquier caso, la periodicidad irá modificándose con el paso del tiempo, espaciando las sesiones cuando la persona ha hecho una serie de cambios y el tratamiento está más avanzado. Normalmente, esta distancia entre sesiones es, en primera instancia, quincenal. En este punto, se ha reducido o extinguido el síntoma y se busca entender y cambiar aquellos mecanismos que activaron y ayudaron a mantener el problema por el que acudió a la consulta psicológica.

Posteriormente, cuando los objetivos están conseguidos y se quiere asegurar su mantenimiento, es habitual realizar sesiones de seguimiento. Al principio esto es una vez al mes, aunque la cantidad de sesiones y espacio entre ellas dependerá de la gravedad del problema, la remisión de la sintomatología y los objetivos o necesidades del paciente.

¿Cuánto dura la terapia psicológica?

Respecto a cuánto dura la terapia psicológica, en El Prado Psicólogos perseguimos la independencia y la autonomía del paciente desde el primer día. Esto significa que enfocamos el proceso terapéutico de la forma más breve posible, pues somos conscientes del gran esfuerzo personal y el coste temporal y económico que supone.

Aunque hay personas que empiezan a notar resultados desde la primera sesión y algunos problemas pueden resolverse en pocas sesiones, lo habitual es necesitar entre tres y seis meses para resolver el motivo de consulta. En cambio, otras personas pueden necesitar una terapia más extensa –de años de duración– a fin de crear cambios duraderos, evitar posibles recaídas y  mantener los cambios conseguidos.

La duración completa de la terapia es, en consecuencia, imposible de determinar con anterioridad, ya que depende de varios factores:

  • Tipo de problema y objetivos de la terapia.
  • Gravedad del problema y el tiempo que lleva instalado.
  • Reacción personal al tratamiento.
  • Grado de compromiso o implicación con la terapia.
  • Nivel de colaboración del paciente (p. ej. abertura y sinceridad con el psicólogo).

¿Cómo saber si necesito cambiar de psicólogo?

Durante la terapia, hay veces que uno duda sobre si está avanzando lo suficiente o si, por el contrario, su terapia se ha estancado y necesita cambiar de psicólogo. Por ello, a continuación, se explican los motivos para cambiar de psicólogo:

  • No siente conexión o sintonía: El psicólogo ha de contar con una serie de habilidades imprescindibles, como son la empatía y la capacidad de validar al paciente, haciéndole sentir plenamente aceptado. Cuando esto no sucede, se genera una falta de conexión que afecta negativamente a la eficacia del tratamiento, pues no hay un sentimiento de confianza. En ocasiones, esta incomodidad se debe al sexo del profesional. Respecto a esto último, es importante tener en cuenta que, aunque ambos profesionales estén capacitados y cuenten con las habilidades necesarias, el sexo del profesional puede determinar el grado de apertura y sentimiento de comodidad en algunos pacientes.
  • Minimiza el motivo de consulta o propone soluciones demasiado simplistas o atendiendo a su opinión personal: Aunque un psicólogo busca encontrar la solución más sencilla y rápida al problema del paciente, eso no pasa por la invalidación emocional. El psicólogo ha de tener en cuenta sus sentimientos y entender la magnitud emocional que suponen sus problemas. Asimismo, sus recomendaciones han de estar adaptadas al saber científico y no a su punto de vista personal (que es subjetivo).
  • Utiliza un lenguaje pseudocientífico o esotérico en lugar de dar una explicación técnica: El lenguaje tiene una gran importancia en la terapia psicológica y, aunque es natural y útil el empleo de metáforas, su uso ha de ser moderado y justificado. Cuando esto no es así puede deberse a un intento de revestir una opinión o creencia personal de una inexistente validez científica.
  • No explica sus decisiones con respecto al tratamiento, no respondiendo a sus preguntas: El psicólogo busca fomentar la independencia del paciente a través del desarrollo del pensamiento crítico. Por ello, aunque puede buscar que la persona llegue a la conclusión por sí misma, el psicólogo siempre guía el proceso y es capaz de explicar de manera clara y sencilla el por qué de sus pautas, de forma transparente. A veces, aunque estas razones estén fundamentadas, puede costar entenderlas o confiar en su eficacia. En esos momentos, el psicólogo puede pedir al paciente que confíe en su criterio. No obstante, se trata de algo puntual, ya que la psicología no es una cuestión de fe.
  • La terapia no ha sido planteada con un inicio y fin: Aunque la psicología supone un acompañamiento, persigue unos objetivos concretos, lo que hace que la duración sea limitada en el tiempo. El psicólogo no debe convertirse en un apoyo recurrente para afrontar cada situación de estrés (necesitando acudir para recibir indicaciones o desahogarse), ya que eso podría indicar falta de recursos emocionales o baja autoestima.
  • Asiste a las sesiones como un mero trámite y/o siente que los resultados no son los deseados: Aunque es normal no sentir resultados desde el primer día y los altibajos y las recaídas forman parte del proceso, las sesiones tienen que suponer una mejoría interna y externa. Por ello, si tras cinco o seis sesiones no ha notado ningún cambio ni ha adquirido ninguna herramienta de utilidad, es recomendable hablarlo con el psicólogo a fin de redirigir la terapia o hacer una sesión de cierre.
  • Tener la sensación de que la terapia sólo aumenta el malestar o la confusión interna: Es cierto que el psicólogo puede señalar aspectos que considera problemáticos o que guardan relación con el problema por el que se acude. De hecho, es relativamente habitual que surjan nuevas demandas o que se perciban cuestiones que antes pasaban desapercibidas. Sin embargo, el avance por objetivos ha de estar presente durante toda la terapia y el paciente ha de percibir avances. Asimismo, aunque pueda haber alguna sesión en la que la persona note un aumento de su malestar (por todo lo abordado), éste no ha de ser fruto de "remover el avispero" sin una finalidad terapéutica concreta.
  • Intervención poco productiva, sensación de "sólo hablar": Si bien es cierto que el diálogo es el canal indispensable de la terapia, no es lo único que se hace en la terapia psicológica. Facilitar herramientas concretas, entrenar habilidades y realizar ejercicios para casa forman parte del proceso terapéutico, que supone un trabajo para ambos. En resumen, dedicar un tiempo excesivo a hablar sobre los acontecimientos pasados sin aplicar técnicas de sanación o identificar herramientas y estrategias útiles para el presente puede ser una señal de falta de pragmatismo y eficiencia.
  • El psicólogo proporciona demasiada información autorreferencial: Las autorrevelaciones son un recurso terapéutico que ayuda al paciente a sentirse comprendido y que humanizan al psicólogo, afianzando la alianza terapéutica y sirviendo al paciente como modelado (haciendo de ejemplo a seguir). Sin embargo, el exceso de intercambio de información personal sin un fin concreto tiene un efecto negativo, pues suele generar confusión al  paciente (p. ej. sentir que las sesiones son charlas entre amigos).
  • Sentirse criticado, juzgado y/o invalidado emocionalmente por el psicólogo, no respetando sus valores o creencias: La labor del psicólogo consiste en ayudar a normalizar las emociones (que no son elegidas), enseñando a gestionarlas y canalizarlas sin sentir culpa o vergüenza. Si bien es cierto que durante las sesiones se trabaja con creencias disfuncionales y aspectos a mejorar por parte del paciente, éste ha de sentir una aceptación incondicional por parte de su psicólogo, no que es sometido a un juicio por parte del profesional. Si el psicólogo transmite una imagen negativa del paciente o no respeta sus valores o creencias personales es necesario plantearse cambiar de profesional.
  • Tiene conductas poco éticas: El psicólogo ha de contar con la formación y los medios necesarios para realizar el correcto abordaje terapéutico, mostrándose honesto con el paciente y proponiendo su derivación a otro profesional en caso de no ver los suficientes avances. P. ej. quedar en una cafetería para hacer una sesión, realizar planes fuera de consulta con él o no ser honesto y no expresar que no se encuentra preparado técnica o emocionalmente para el caso son ejemplos de falta de ética profesional.
  • Revela información confidencial: Poner un ejemplo concreto de otra persona que acude a sesión puede beneficiar al proceso de otro paciente. En tal caso, el psicólogo velará por su preservar su intimidad, protegiendo su identidad, modificando ciertos datos y evitando revelar otros demasiado personales que puedan llevar a su identificación o a sentir que se ha traicionado su confianza.
  • Aleja de los seres queridos: El psicólogo ayuda a mejorar la calidad de las relaciones, animando a crear nuevos vínculos y ayudando a sanar heridas de las relaciones. En el caso de relaciones de alta toxicidad, el psicólogo no debe presionar para romper dichas relaciones o entrar en descalificaciones. El psicólogo debe dar las armas necesarias para que la persona vea por sí misma si es una relación sana o tóxica, las consecuencias que la misma y si puede gestionar de forma positiva la relación. La decisión de continuar o no una relación es única y exclusivamente del paciente.

"Cuando uno siente que no está avanzando como le gustaría o que algo está fallando en el proceso, es necesario abordarlo con el psicólogo de forma directa y, en caso de no ver cambios, acudir a otro profesional".

Cuando uno siente que la terapia no va tal y como esperaba, es importante analizar los posibles motivos, diferenciando entre las expectativas erróneas y los fallos en la intervención del profesional. En este sentido, es importante dejarse guiar por el propio instinto y confiar en su pensamiento crítico. Además, hay que tener en cuenta que un buen psicólogo entenderá y sabrá acoger correctamente estas preocupaciones, así como, si fuera conveniente, la decisión de interrumpir o abandonar la terapia. Todo ello lo verá como una parte del proceso y, como su mayor interés debe ser mejorar el bienestar del paciente, aceptará que necesite interrumpir la terapia, abandonarla o cambiar de terapia o terapeuta. Avisar al psicólogo para poder hacer un cierre sano y trasparente de la terapia, enfocándola hacia su futuro proceso y aprender ambos de lo sucedido es altamente recomendable.

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Sobre la Autora

Rosario Linares

Rosario Linares es psicóloga y psicoterapeuta. Fue una de las pioneras en España en integrar en la psicoterapia el trabajo terapéutico, tanto con la parte más racional de nuestro cerebro como con la parte más emocional. Para ello utiliza una metodología innovadora, con herramientas como la hipnosis, EMDR (Eyes Movement Desensitization and Reprocessing), PNL (Programación Neurolin- güística), EFT (Emotional Freedom Techniques), el mindfulness y el coaching.

Actualmente dirige el gabinete de psicología "El Prado Psicólogos", centro psicológico de referen- cia en Madrid en psicoterapia breve y terapias de tercera generación, dónde se trabaja desde una metodología integrativa.

Ha publicado los libros "Resiliencia o la adversidad como oportunidad" y "Duelo y resiliencia. Guía para la reconstrucción emocional", este último junto a su compañera Ana María Egido.