La inteligencia emocional: ¿Se puede desarrollar?
A partir de ese momento, el concepto de inteligencia emocional se ha popularizado y hoy prácticamente todos sabemos que las competencias emocionales son tan importantes como la habilidad para resolver problemas lógicos. La buena noticia es que la inteligencia emocional no es una cualidad innata, sino que se puede desarrollar a lo largo de la vida. Si quieres aprender más sobre la inteligencia emocional aquí tienes un enlace a nuestro curso de inteligencia emocional.
De hecho, el experimento realizado en American Express deja constancia de ello. En aquel momento se entrenó a un grupo de trabajadores de la compañía en un programa para desarrollar la inteligencia emocional. Después de un año, estos habían mostrado un crecimiento de su nivel de negocios del 2,1% respecto a quienes no habían sido entrenados.
¿Qué es la inteligencia emocional?
A grandes rasgos, la inteligencia emocional es un conjunto de competencias que le permiten a la persona relacionarse mejor consigo mismo y con los otros, manejando de forma asertiva sus emociones. El primer paso para desarrollar la inteligencia emocional es aprender a reconocer nuestras emociones y sentimientos para luego comprender de dónde provienen y poder controlarlas.
Además, la inteligencia emocional también implica saber relacionarse con los demás, fundamentalmente a través de la empatía. Una persona inteligente desde el punto de vista emocional no solo será capaz de comprender los sentimientos de los demás y ponerse en su lugar sino que también podrá canalizar todas estas fuerzas de forma positiva.
Mediante el entrenamiento en inteligencia emocional logramos:
- Percibir nuestras emociones y conocer sus efectos, aumentamos nuestra auto-conciencia emocional.
- Aprender a automotivarnos.
- Mejorar nuestras relaciones.
- Desarrollar la empatía (la capacidad para ponernos en el lugar del otro y comprender cómo se siente).
- Aumentar nuestro autocontrol.
- Regular nuestros estados emocionales.
Las cuatro ramas de la Inteligencia Emocional
Otros de los pioneros de la Inteligencia Emocional fueron los psicólogos Mayer y Salovey (1990). Estos, la definían como la “habilidad para manejar los sentimientos y emociones, discriminar entre ellos y utilizar estos conocimientos para dirigir los propios pensamientos y acciones”.
En su modelo de las cuatro ramas proponen una serie de estadios progresivamente más complejos por los que, la persona a lo largo de su vida, va atravesando y confeccionando.
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La percepción emocional
La percepción emocional consiste en percibir, identificar, valorar y, finalmente, expresar las emociones. Es la capacidad que nos permite detectar el material emotivo subyacente que percibimos del entorno y en nosotros mismos, ya sea en una conversación cotidiana, en una obra de arte o en una pieza musical. También se encuentra aquí la capacidad para expresar nuestras emociones y sentimientos adecuadamente, al igual que para discernir entre expresiones emocionales que consideramos verdaderas de aquellas que no lo son.
En este punto, analizamos los signos que se asocian a determinados estados emocionales. Hay diversas categorías emocionales, pero aquí haremos hincapié en las denominadas “emociones primarias” o básicas. Podemos encontrar aquellos signos faciales que, por ejemplo, se asocian a la alegría (sonrisa amplia acompañada de una mirada acorde a la misma y con expresión relajada), tristeza (mirada baja y/o apagada con las cejas posicionadas diagonalmente), miedo (ojos abiertos y vigilantes, frente levemente arrugada y boca semiabierta), asco (ojos entreabiertos, nariz fruncida y labio superior ligeramente elevado), ira (boca cerrada con labios tensos, mirada fija y penetrante, con ceño fruncido) y sorpresa (cejas arqueadas, ojos abiertos y boca semiabierta). Más allá de estas, encontraríamos las “emociones secundarias”, que serían combinaciones complejas de las anteriores.
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La facilitación emocional
Las emociones que hemos vivenciado se integran en nuestro sistema cognitivo, modificando e influyendo en la información que guarda nuestro cerebro. Estas emociones se “anclan” a determinados pensamientos, dándoles prioridad frente a otros sin tanta carga emotiva y dirigiendo los procesos atencionales a aquella información relevante para nosotros. Es por ello que, al sentirnos felices y sosegados, podemos observar nuestra vida con un prisma optimista, planteándonos proyectos apasionantes y rebosantes de ilusión. En cambio, cuando nos sentimos tristes, con una visión más taciturna, podemos tener inclinación por pensamientos más catastróficos de nosotros mismos o de nuestro futuro, centrándonos en estímulos acordes a nuestro estado de ánimo, como si buscáramos manchas negras en una pared blanca.
La facilitación emocional no tiene que verse como una relación unidireccional donde un pensamiento con una determinada valencia emocional asociada conlleve a un estado o situación concreta. Puede ser a la inversa: determinadas situaciones o contextos pueden influir directamente en nuestro estado de ánimo o indirectamente en nuestro pensamiento. Ejemplo de esto último sería escuchar melodías que nos suscite o inspire un estado emocional específico para desarrollar una tarea que requiera el mismo. Esto ocurriría cuando un pintor quiere plasmar en su lienzo una idea relacionada con una emoción o, en el caso de un escritor, al querer sumergirse emocionalmente en un escenario ficticio de su novela.
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La comprensión emocional
Como su propio nombre indica, supone analizar y comprender las emociones tanto propias como ajenas. Las emociones se encuentran en la base de la comunicación humana, estableciéndose así una unión entre el “contenido” del mensaje y el “contexto” en el que se da el mismo. También sería la capacidad para etiquetar las emociones, al igual que para reconocer las relaciones entre las palabras (significantes) y la emoción o sentimiento que subyacen a ellas (significados). Esta habilidad, requiere una interpretación de las emociones vivenciadas y/o percibidas, pudiendo discriminar entre ellas y comprender aquellos sentimientos complejos que se pueden dar en determinadas situaciones. Esto último, por ejemplo, podría encontrarse al observar sentimientos ambivalentes entre dos personas en conflicto (amor y odio simultáneo), al identificar una concatenación de emociones (al sentir impotencia y más adelante ira) o incluso otorgar un significado más profundo a una respuesta emocional incoherente (personas que, ante una pérdida, reaccionan con mecanismos defensivos, como reírse en un funeral, sin que esto signifique una ausencia de tristeza y congoja en su interior).
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La regulación emocional
Este estadio se considera la cúspide de la inteligencia emocional. La regulación de las emociones es el fin último de dicha inteligencia, proporcionándonos una adecuada gestión de los procesos emocionales y utilizándolos para promover el conocimiento tanto racional como emotivo. Esta habilidad nos permite tomar distancia de las emociones cuando nos perjudican en un momento concreto o, en cambio, atraerlas y utilizarlas cuando consideramos que el momento lo requiere o dicho contexto nos permite expresarlas. Esto ocurre, por ejemplo, cuando establecemos una interacción comunicativa y observamos que nuestro interlocutor no se encuentra con unas emociones adecuadas para recibir nuestro mensaje.
Una forma de regulación emocional sería tomar consciencia tanto de nuestro estado emocional como el de nuestro receptor, percibir esa desintonía de estados, y, finalmente, decidir si sería efectivo comunicar nuestro mensaje en ese momento o, por el contrario, aplazarlo para cuando la otra persona se encuentre más receptiva. También aquí se encontraría la autorregulación emocional, en el que observamos en uno mismo determinadas emociones que nos dificultan a la hora de mandar y recibir mensajes o realizar interacciones, pudiendo proponer asertivamente mantener la interacción en otro momento, o bien, controlando nuestro estado emocional, mitigando las emociones negativas y potenciando las positivas.
Diez claves para aumentar y desarrollar tu inteligencia emocional
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Date tiempo para reflexionar sobre lo que sientes e intenta averiguar siempre cuáles son las causas de esas emociones.
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No niegues tus sentimientos, acéptalos. Recuerda que sentir rabia o ira es humano, lo que verdaderamente cuenta es cómo expresas esa emoción sin hacerle daño a los que te rodean.
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Determina cuáles son tus potencialidades y límites, así fomentarás la autoconfianza y el autoconocimiento.
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Los cambios son una parte intrínseca de la vida, acéptalos y aprende a adaptarte a ellos. Míralos como una oportunidad para crecer.
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Mantente atento a los sentimientos de los demás y, siempre que puedas, ayúdales a expresarlos de una manera asertiva. Reflejarle al otro que comprendemos lo que siente hace que nos perciba como una persona sensible y tolerante, digna de confianza.
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Busca pequeños detalles que te mantengan motivado para lograr un objetivo y celebra cada vez que des un paso que te acerque a tu meta, por pequeño que este sea.
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No juzgues a los demás y, sobre todo, no critiques a las personas. Cuando vayas a hacer una crítica, asegúrate de que esta sea constructiva.
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Escucha la opinión que tienen los demás de ti y de tus reacciones emocionales. Puede que te proporcionen una visión alternativa de ti mismo, tomes consciencia y aprendas de ello.
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Intenta delimitar la emoción o sentimiento percibido lo más concretamente posible. Esto hará que puedas discernir entre un estado emocional y otro que se le parece, así actuarás de forma más acorde con lo sentido.
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Aumenta tu diccionario emocional. Recoge tus emociones o sentimientos en una libreta o diario, de esta manera ampliarás tu vocabulario emocional y podrás identificarlos más fácilmente en el futuro.
Autores: Rosario Linares y David de la Torre
Sobre la Autora
Rosario Linares es psicóloga y psicoterapeuta. Fue una de las pioneras en España en integrar en la psicoterapia el trabajo terapéutico, tanto con la parte más racional de nuestro cerebro como con la parte más emocional. Para ello utiliza una metodología innovadora, con herramientas como la hipnosis, EMDR (Eyes Movement Desensitization and Reprocessing), PNL (Programación Neurolin- güística), EFT (Emotional Freedom Techniques), el mindfulness y el coaching.
Actualmente dirige el gabinete de psicología "El Prado Psicólogos", centro psicológico de referen- cia en Madrid en psicoterapia breve y terapias de tercera generación, dónde se trabaja desde una metodología integrativa.
Ha publicado los libros "Resiliencia o la adversidad como oportunidad" y "Duelo y resiliencia. Guía para la reconstrucción emocional", este último junto a su compañera Ana María Egido.
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