Problemas familiares: cómo resolver los conflictos familiares
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Lo más habitual es que las familias con problemas familiares lleguen a consulta manifestando un malestar, ya sea de alguno de sus miembros o del conjunto familiar, pero confundidas y sin tener una idea clara de lo que les pueda estar ocurriendo. Es frecuente que esto les desconcierte y no sepan qué tipo de ayuda están necesitando o, incluso, si su problema es mejor abordable desde la mediación, la orientación familiar o la terapia familiar.
Esta situación es totalmente normal en estos primeros momentos y el profesional les ayudará con su valoración a redefinir, si así fuera necesario, el motivo de consulta en función de sus peculiaridades, necesidades y situaciones concretas de cada grupo familiar.
En las siguientes líneas vamos a ofrecer un panorama general de los problemas, dificultades o conflictos familiares más frecuentes, para apuntar también a algunas de las posibles causas y, finalmente, ofrecer algunas recomendaciones para fomentar una vida emocional y familiar más saludable y satisfactoria.
¿ Un problema o conflicto familiar puntual o una situación mantenida en el tiempo?
Podemos hablar de distintos tipos de problemas familiares en función de la naturaleza y el momento temporal en el que aparece. Así, podemos hablar de:
1) Cambios del ciclo vital de la familia: son aquellas dificultades que pueden aparecer en la transición de una fase a otra en el desarrollo normal de una familia. Por ejemplo, la creación de una nueva familia tras el matrimonio, la llegada del primer hijo o la entrada en la adolescencia de otro.
En la mayoría de los casos, estos problemas se resuelven introduciendo cambios que ayuden a la familia a reajustarse y adaptarse a la nueva fase, permitiéndose una mayor flexibilización en los estilos de afrontamiento habituales. Si no hay un problema de base mayor, no suele ser complicado el desbloqueo de la situación.
2) Situaciones sobrevenidas: son producidos por eventos que generan una crisis puntual pero intensa en la familia. Si no se abordan adecuadamente, las dificultades se pueden enquistar y producir un malestar importante. Algunos ejemplos pueden ser la enfermedad de algún miembro de la familia, una situación de desempleo, la aparición de una enfermedad o el fallecimiento de un ser querido. La resolución de estas situaciones va a depender de los recursos de afrontamiento y resolución de conflictos que tenga la familia.
3) Dinámicas y pautas familiares: son aquellas dificultades que tienen que ver con condiciones y dinámicas familiares instauradas desde hace mucho tiempo atrás, con dinámicas relacionales y pautas de comunicación disfuncionales, que suelen generar mucho malestar y conflicto reiterativos entre los miembros de la familia. Depresión, agorafobia, cuadros ansioso-depresivos, TOC, alta conflictividad en la familia, violencia, etc., suelen estar relacionados con este tipo de problemas.
Estos tres tipos de problemas familiares no son totalmente “puros” y lo más frecuente es que estén entremezclados, por lo que se requiere de un adecuado diagnóstico para ajustar la intervención en función de las características y necesidades de la familia en todo momento.
Los problemas familiares en función de subsistema familiar
Otra manera de distinguir los conflictos familiares es atendiendo al subsistema familiar en el que se manifiesta en un primer momento:
1) En la pareja: muchos de los conflictos en la familia en este nivel tienen que ver con problemas de comunicación, de desajustes en las expectativas que cada uno tiene con respecto a su pareja, con supuestos y normas implícitas que no se han puesto en común, etc. A veces estos problemas pueden afectar indirectamente a los hijos si no se sabe gestionar adecuadamente y no existen los límites necesarios entre el subsistema de pareja y el de los hijos.
2) En los padres: con la llegada de los hijos, el sub-sistema de pareja se ve ampliado con las nuevas funciones y requerimientos que entraña la crianza. Muchos de los puntos anteriores son aquí aplicables y es habitual que, si existían problemas previos a nivel de pareja, estos se acaben trasladando al manejo que se hace de la educación y crianza de los hijos.
Las principales dificultades se dan a la hora de acordar y negociar cómo educar a los hijos, apareciendo diferencias que son necesarias gestionar. La crianza, las normas y límites, la expresión de afecto, etc. son temas de conflicto frecuentes. El encaje de estilos educativos diferente de los padres puede ser una fuente de conflicto.
3) Entre padres e hijos: estas dificultades están íntimamente relacionadas con las anteriores. Los problemas aquí van a depender mucho de la fase del desarrollo en la que se encuentre cada miembro de la familia. No es lo mismo tener hijos pequeños, que adolescentes o adultos.
En la etapa infantil los conflictos giran en torno al desarrollo psicológico, emocional y social de los menores, sobre todo en la tensión que se puede dar entre fomentar la autonomía y mantener la protección que es necesaria. Este ajuste suele generar muchos problemas: cómo fomentar la autonomía, la independencia y la responsabilidad en los hijos de una manera saludable (tensión entre “dar libertad” y “mantener límites y normas”, por ejemplo). No es posible que los niños ganen en autonomía sino se fomenta la responsabilidad. Este equilibrio a veces no es fácil de conseguir.
En la etapa de la adolescencia los conflictos suelen aumentar, pero va a depender mucho de cómo haya sido la fase educativa anterior; es decir, cómo haya sido la infancia en el ajuste entre autonomía y protección, entre normas y afectos, etc. Muchos de los problemas tienen que ver con los intentos de ganar autonomía e independencia de los adolescentes, pero aunado a las dificultades y miedos que ello puede acarrear. Estos miedos pueden provenir de los padres, que acaban dificultando el crecimiento de los hijos sin percatarse de ello.
En la etapa de hijos adultos los problemas y conflictos tienen que ver con que los hijos ya empiezan a estar en un tipo de relación más simétrica con los padres con respecto a etapas anteriores. Los hijos empiezan a tener criterios, conductas, ideas o estilos de vida propios, que pueden generar conflictos en la familia de origen si no se maneja bien las normales diferencias de sus miembros. Muchos de los problemas tienen que ver con cómo afrontan la independencia de los hijos, la creación de una nueva familia tras el matrimonio, el manejo con las respectivas familias de origen de cada uno, etc.
Un aspecto especialmente relevante es que, en muchas ocasiones, los padres se comportan con sus hijos de tal manera que lo que están intentando es resolver asuntos emocionales pendientes de ellos mismos, de su propia biografía. Por ejemplo, episodios traumáticos ocurridos en su infancia (como abandonos, descuidos, etc.), necesidades que no fueron atendidas y que ahora quieren suplir en la relación con sus hijos.
Es muy importante que esto se pueda ir poniendo en conciencia, pues en la mayoría de las ocasiones se trata de pautas inconscientes que requieren ser elaboradas para evitar conductas automatizadas y conflictos entre padres e hijos.
En otras ocasiones son los niños los que intentan resolver o hacerse cargo de los problemas de sus padres, asumiendo una responsabilidad y un rol que no es el que le corresponde por edad. En estos casos, lo que suele ocurrir es que no hay una clara diferenciación en la jerarquía y en los subsistemas de padres e hijos.
4) Entre hermanos: estos problemas se pueden dar en cualquier momento del ciclo vital y dependiendo de ellos, son más frecuentes unos u otros. En etapas tempranas pueden aparecer celos, competitividad, rivalidad o envidias entre los hermanos. Algunos de ellos son incluso necesarios para un adecuado desarrollo emocional de los menores, con las convenientes pautas educativas por parte de los padres. Su manejo es fundamental para aprender a gestionar conflictos futuros en la etapa de la adultez, por lo que el carácter preventivo aquí es francamente importante.
5) Entre distintas generaciones que conviven: con la vejez, la creciente percepción del deterioro físico y mental o la eventual necesidad de ayuda pueden ocasionar otros problemas. Si antes hablábamos de la importancia de la autonomía en los hijos, en este momento la percepción de pérdida de autonomía puede generar importante malestar, afectando a toda la familia. Por poner un ejemplo, la llegada a casa de los abuelos para ser atendidos o para que ellos cuiden a los nietos pueden ser la causa de conflictos si no se gestionan de manera adecuada.
Por otro lado, los cambios sociales que se van produciendo en los mayores deben ser atendidos, como la jubilación, la pérdida de amistades o actividades gratificantes que daban sentido a la vida, etc. El fenómeno del nido vacío, esto es, la partida de todos los hijos del núcleo familiar cuando se independizan puede generar en los padres sentimientos de soledad, inutilidad, culpabilidad, falta de sentido, hostilidad y resentimiento, etc.
Aunque hemos hecho esta distinción de problemas por subsistemas familiares, es importante señalar que, en la medida en que una familia es un sistema, todos sus miembros se influyen mutuamente y el trabajo terapéutico, por lo general, va a requerir la participación de toda la familia, aunque el foco esté ubicado en un primer momento en uno o varios de sus componentes. Lo que inicialmente puede ser el problema puede estar relacionado o estar hablando de otras dificultades en otro lugar del sistema familiar. Todo ello se va explicitando en el trabajo terapéutico.
Ayuda para familias con problemas¿Qué abordaje es el más adecuado para resolver un problema o conflicto familiar?
Dependiendo del tipo de problema que tenga la familia o pareja, el abordaje profesional será diferente. Se podrá optar por la mediación, la orientación o la terapia familiar, según los casos. Si se trata de un asunto más puntual y circunscrito en el tiempo como, por ejemplo, tomar una decisión importante o cómo enfocar un problema puntual, la indicación probablemente sería la de la mediación o la orientación familiar.
Si se necesita fomentar un cambio o la adquisición de recursos para afrontar una crisis más o menos sostenida en el tiempo como, por ejemplo, de qué manera educar a un adolescente que presenta conductas disruptivas, se podrá optar por la orientación y, en algunos casos, por la terapia.
Si nos encontramos con cuadros psicopatológicos o con un importante malestar emocional, donde se requieren cambios más profundos en la dinámica y estructura familiar, el abordaje indicado sería la terapia familiar. En estos casos, los conflictos suelen estar manifestando situaciones más complejas y arraigadas, que necesitan una mayor profundización y especialización, que aporta la terapia.
En El Prado Psicólogos contamos con un sólido equipo de especialistas en materia de mediación, orientación y terapia familiar, desde una perspectiva integradora, lo cual nos permite poder atender todo el espectro de dificultades de manera integral y ajustada en todo momento a las necesidades y características de la familia.
Este equipo os podrá resolver cualquier duda y orientar en una primera sesión informativa gratuita para valorar vuestro caso y determinar cuál sería el tratamiento más adecuado para gestionar y resolver vuestros problemas.
Para saber más:
¿En qué consiste nuestra terapia de familia?
¿Qué es la orientación familiar?
¿Qué es la mediación familiar?
Tarifas
Si queréis que un terapeuta familiar resuelva vuestras dudas acerca de la conveniencia o no de realizar una terapia familiar, podéis realizar una primera entrevista informativa gratuita en la que valorará vuestro caso y os indicará cual es la terapia que pueda resultar más adecuada para resolver vuestros problemas.
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