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Las discusiones de pareja desgastan profundamente la relación y se convierten en uno de los principales motivos de ruptura. En España, cada año unas 100.000 parejas ponen fin a su matrimonio, la edad media de estas personas ronda los 45 años y lo usual es que hayan estado juntos durante 15 años.
Durante este periodo de tiempo, es probable que hayan estado discutiendo continuamente sobre los mismos problemas, ya que las parejas que se separan no son las que tienen más conflictos sino aquellas que no logran resolverlos y llegan a convertir los puntos de desacuerdo en un motivo de enfrentamiento constante.
Una pareja, por mucho que se ame, está formada por dos personas que suelen tener desencuentros y puntos de vista diferentes sobre los cuales necesitan hablar. De hecho, las discusiones de pareja no son dañinas, siempre y cuando ambos miembros adopten una actitud respetuosa ante el otro y sepan cuándo es el momento de detenerse o aflojar la tensión. Lo importante para una buena convivencia en pareja no es dejar de discutir sino aprender a discutir.
En una relación sana nos deberíamos sentir lo suficientemente cómodos como para poder expresar nuestras ideas y sentimientos, aunque estos difieran de los de nuestra pareja. Sin embargo, cuando en las discusiones de pareja no nos sentimos escuchados o valorados, lo que comenzó como una queja por algún problema concreto puede transformarse en un ataque en toda regla. Cuando se asume un estilo de comunicación inadecuado en las discusiones de pareja, resulta difícil salir del círculo vicioso de las agresiones, ya sean directas o encubiertas, y resolver el problema.
Existen algunos signos que indican que la relación no va por buen camino pues la manera de discutir no es la más adecuada.
Los motivos de las discusiones de pareja van desde los celos hasta los conflictos con la familia política. Generalmente las discusiones de pareja surgen como resultado de patrones de comunicación poco asertivos de los que cada miembro fue testigo durante su infancia y adolescencia. Sin darse cuenta, muchas personas repiten la manera de relacionarse de sus padres. Poco a poco este estilo comunicativo en las discusiones de pareja se convierte en una camisa de fuerza que los sume en un círculo vicioso y que se agudiza en las etapas más complicadas de la vida, como puede ser la llegada del primer hijo o la pérdida del trabajo.
En la base de estos problemas se esconde una escasa Inteligencia Emocional. Los miembros de la pareja no son particularmente empáticos ante los sentimientos del otro, no saben cuándo es el momento de parar ya que a menudo dejan que las emociones secuestren su razón y no se muestran flexibles cuando es necesario negociar. Obviamente, la imposibilidad de discutir de manera saludable y llegar a un acuerdo hace que cada miembro de la pareja comience a rechazar el otro, el cual, a su vez, lo percibe y asume una actitud defensiva que genera un círculo vicioso de incomunicación.
Cuando se mantiene una discusión agresiva cada miembro de la pareja pierde el respeto por la opinión del otro. En el momento en que las emociones toman el control, si una de las personas tiene una personalidad sumisa, terminará siendo avasallada, pero si tiene un carácter fuerte, es probable que la situación degenere rápidamente hacia la violencia verbal. Este tipo de discusiones provoca heridas que no son fáciles de cicatrizar ya que con cada disputa se añade más desprecio, rechazo e ira, hasta que se llega al punto en el que la ilusión se desvanece y el amor termina.
Las discusiones de pareja intensas en un primer momento pueden “aumentar la pasión”. En este sentido, algunas parejas encuentran que esta dinámica destructiva de discusión-reconciliación hace que sus relaciones sexuales sean “más intensas”. Pero esto sucede durante un tiempo determinado, ya que llega un momento en que la situación se vuelve insostenible y la ruptura se convierte en inevitable. En todo caso, a la larga las discusiones de pareja hostiles suelen producir un alejamiento entre las dos personas y por lo tanto deteriorar las relaciones sexuales.
Sin embargo, las consecuencias de las discusiones de pareja constantes no se limitan al plano sentimental o relacional. Durante una discusión hostil de pareja se eleva el nivel de adrenalina y el ritmo cardiaco aumenta vertiginosamente. Si este estado se mantiene durante meses o años, pueden aparecer trastornos psicosomáticos que incluso pueden desencadenar patologías más graves.
En las discusiones de pareja hostiles se activa nuestro sistema nervioso autónomo. El sistema nervioso autónomo responde con gran rapidez ante los cambios del medio pero tarda mucho en recuperarse. Cuando esta reactividad psicofisiológica se mantiene a lo largo del tiempo provoca mucho estrés, el cual hace que disminuya la producción de citocinas, una proteína que interviene en el proceso de sanación. Por tanto, las discusiones constantes y hostiles no solo le abren las puertas a diferentes enfermedades, sino que también retrasan el proceso natural de recuperación de nuestro organismo.
Las discusiones de pareja no son dañinas en sí, todo lo contrario. Cuando una pareja pasa por alto los conflictos estos terminan convirtiéndose en un pesado fardo que les impide avanzar. Sin embargo, es importante aprender a discutir de manera asertiva y sin herir al otro. Ese es el principal objetivo de la terapia de pareja.
En El Prado Psicólogos trabajamos mano a mano con vosotros para que a través de la terapia de pareja podáis lograr:
Recuerda que la mayoría de las parejas que se divorcian tienen las mismas dificultades que las que permanecen juntas. De hecho, las probabilidades de que una pareja se separe no están relacionadas con la cantidad de conflictos, sino con la forma en que se manejan. Contamos con un grupo de psicólogos especializados en problemas de pareja que tienen una amplia experiencia y pueden ayudarte.
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