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Etimológicamente la palabra trauma significa "herida", "daño" o "conmoción". En psicología este concepto hace alusión al impacto psicológico que tiene un acontecimiento estresante para una persona, el cual supone una amenaza para su integridad física y/o psicológica, desbordando su capacidad para elaborarlo, lo que genera un efecto negativo duradero.
"El trauma infantil es una reacción a una situación de amenaza, un choque emocional que no se puede asumir ni gestionar".
Un trauma infantil es una herida emocional no cicatrizada, fruto de un evento puntual o continuado que resulta angustioso o doloroso para el menor. Estas vivencias suelen estar relacionadas con haber experimentado:
Pero, ¿qué experiencias pueden ser consideradas traumáticas? Antes de responder a esta pregunta, es imprescindible señalar que no es necesario haber vivido situaciones límite para tener traumas infantiles. Muchas personas tienden a categorizar los traumas juzgando algunos como poco importantes, lo que hace que ni siquiera sean conscientes de los mismos. Sin embargo, cualquier situación en la que el menor se haya sentido desbordado y no haya podido asimilarla se convertirá en un trauma. Independientemente del tipo de trauma, es importante señalar que todos los traumas suponen una lesión psicológica que marca el inconsciente de manera duradera, dañando fuertemente al menor, condicionando su bienestar y marcando su personalidad.
Los síntomas de los traumas infantiles pueden darse en el momento en el que sucede el trauma, llegando a producir sentimientos tan intensos que pueden obstaculizar el desarrollo físico, intelectual, emocional y social del menor. No obstante, cuando el trauma no es procesado e integrado adecuadamente, también pueden verse las secuelas en el adulto.
Cuanto más pequeño es el niño, menos específicos serán los síntomas. Así, dependiendo de la edad, el menor puede experimentar uno o varios de los siguientes síntomas, similares a los que aparecen en el trastorno de estrés postraumático:
"Se ha demostrado que el estrés temprano y severo puede afectar al desarrollo cerebral, de forma que las situaciones traumáticas en la infancia influyen en el neurodesarrollo del menor".
El trauma infantil también puede manifestarse en la edad adulta cuando no ha sido abordado y sanado, siendo los síntomas más habituales:
"Un estudio llevado a cabo por un grupo de médicos del Hospital Infanta Cristina ha relacionado las experiencias traumáticas infantiles detectadas en adultos con la fibromialgia (el 2,5% de los españoles padece fibromialgia)".
El trauma infantil es originado por un acontecimiento concreto o la experiencia reiterada que ha provocado en el menor un sentimiento de miedo y descontrol, perdiendo el sentimiento de seguridad y protección ante la vida. Suele tratarse, por lo tanto, de situaciones en las que el menor se ha sentido vulnerable y a las que no ha sido capaz de hacer frente. Esta falta de afrontamiento puede deberse a que, en el momento, su nivel de desarrollo no le permitió ser capaz de afrontar la situación adecuadamente. También puede deberse a que alguien le amenazó y se sintió desprotegido, que se trataba de algo inesperado y supuso un shock que no consiguió gestionar o que no le ayudaron a ello.
En este sentido, es importante destacar que el trauma es un elemento subjetivo, que depende de las circunstancias y capacidades personales, es decir, de los mecanismos de adaptación y de los recursos de la persona. Así, lo que puede resultar traumático para una persona puede resultar poco relevante o incluso intrascendente para otra. Las personas reaccionan de forma diferente y no hay una forma correcta o incorrecta de reaccionar.
"La Asociación Nacional de Psicólogos Clínicos y Residentes (ANPIR) estima que el 35% de los problemas psicológicos que se diagnostican en la edad adulta tienen que ver con experiencias de maltrato infantil, pues es una época de especial vulnerabilidad y, por ende, la repercusión es mayor".
En este sentido, hay que recalcar que no tiene por qué existir una relación de causalidad entre el abuso o la carencia emocional durante la infancia y el trauma. No obstante, cuando un trauma es muy intenso esta situación no puede compensarse a pesar de contar con unos buenos recursos de afrontamiento, por lo que se produce una predisposición a padecer ciertos problemas psicológicos. Por ello, a continuación, se relatan aquellos eventos considerados potencialmente traumáticos:
Durante su desarrollo, las personas experimentan distintas situaciones con una carga emocional negativa e intensa. Las causas más habituales son:
En psicología se está planteando un nuevo concepto conocido como trastorno por estrés extremo (DESNOS, acrónimo de Complex Disorder of Extreme Stress Not Otherwise Specified) o trastorno de estrés postraumatico complejo, trauma generado a través del abuso en las relaciones interpersonales (de forma severa, reiterada y prolongada en el tiempo) cuyos efectos negativos a largo plazo pueden ser peores que los ocasionados por catástrofes naturales, especialmente cuando se trata de las figuras de apego (cuidadores). Este concepto hace alusión a que la exposición prolongada al trauma puede condicionar el desarrollo de la personalidad del individuo.
"Según un estudio realizado por la organización estadounidense de salud Kaiser Permanente y Centers for Disease Control and Prevention sobre experiencias adversas en la infancia, dos tercios de 17.000 personas con problemas psicológicos habían sufrido una experiencia adversa y el 87% dos o más".
En ocasiones, el malestar emocional actual, la falta de autoestima y la ineficaz gestión emocional puede deberse a acontecimientos del pasado que dejaron una huella de la que no se es consciente. Esto puede ocurrir ante un acontecimiento difícil de integrar debido a su naturaleza altamente perturbadora o traumática. De esta forma, se produce un fenómeno conocido como disociación, esto es, una fragmentación de la personalidad o de la conciencia como mecanismo de defensa ante un acontecimiento traumático que no puede ser superado o al que uno debe continuar enfrentándose. Por ejemplo, en los casos de abuso por parte de los progenitores, el niño depende de ellos para su supervivencia, por lo que no puede alejarse de ellos y tiene que convivir con la amenaza.
“La teoría de la disociación estructural explica cómo una persona, a pesar de sufrir un trauma infantil, puede llevar una vida totalmente funcional”.
Así, quien no es capaz de recordar el evento traumático o no lo asimila a nivel emocional como tal (p. ej. un adulto que sufrió abuso sexual infantil por parte de un familiar afirma que "no es para tanto, estábamos jugando y sólo se fue un poco de las manos") se autoprotege, llevando una vida funcional, evitando conectar con los eventos traumáticos que le impedirían llevar una vida normal sin abordarlos de una manera directa.
Muchas personas consideran que el no recordar ciertos episodios de su vida significa que lo han superado. Esto sólo no tiene por qué ser cierto, sino que puede tratarse de lo que se denomina amnesia traumática:
"Aunque la memoria puede haber borrado el episodio traumático, el recuerdo físico y emocional sigue presente y activo".
P. ej. una persona que ha sufrido un abuso sexual puede no recordar nítidamente el evento, pero puede estremecerse y ver su estado anímico alterado cada vez que recibe un mensaje sensorial que le recuerda lo acontecido (un olor, un sonido, una voz similar a la del agresor…).
Por otra parte, hay personas que tienen un recuerdo muy nítido de lo ocurrido, pero cuando lo recuerdan –quizás de manera recurrente– reexperimentan el trauma (el sentimiento de indefensión y la falta de seguridad asociados) o lo hacen con anestesia emocional (como si le hubiera pasado a otra persona). También hay personas que experimentan cómo el recuerdo se reactiva con frecuencia. En este caso, es importante tener en cuenta que el recuerdo traumático no se activa a fin de "molestar". La memoria tiene una función valiosa: se activa para poder cambiar la forma de percibir las cosas y de percibirse a uno mismo de una manera más sana.
En cualquier caso, el superar un acontecimiento doloroso supone comprenderlo, ordenarlo y redirigirlo hacia algo saludable (como ocurre en el proceso de duelo).
Los traumas producen un fuerte impacto emocional que no puede ser solucionado racionalmente. Para poder abordar el trauma, es necesario que la persona sea consciente del mismo. Una vez identificado el trauma y el grado de influencia que tiene a nivel emocional y conductual, se trabaja la asimilación del mismo. Entender y procesar el evento traumático es necesario para desarrollar la resiliencia y sanar las secuelas que dejó la herida del trauma. Para ello, en El Prado Psicólogos empleamos herramientas como:
Es importante señalar que el proceso terapéutico no busca la eliminación del trauma –ya que esto no es posible–, sino que tiene como fin aprender a convivir con él, ser capaz de aceptar lo ocurrido sin sentir culpabilidad, vergüenza o rencor. Esto se hace generando una nueva narrativa del trauma, asignándole un nuevo significado que permita a la persona recuperar la conexión consigo misma y mejorar su bienestar emocional. De esta manera, la persona podrá mejorar su gestión emocional y aumentar su autoestima en un entorno seguro y con nuevas herramientas que le sirvan para poder estar en el presente sin sentirse amenazado a nivel físico o psicológico, cimentando las bases de un apego seguro y aprendiendo a quererse a uno mismo.
"El trauma supone unas consecuencias emocionales, cognitivas y conductuales de gran intensidad a lo largo del tiempo, afectando la percepción, valores y metas de la persona. En estos casos, el trabajo con el recuerdo resulta fundamental".
En definitiva, las experiencias difíciles no tienen que generar un bloqueo o condicionar el futuro, sino que tienen que ayudar a adaptarse y a desarrollar estrategias de afrontamiento provechosas. Las experiencias, traumáticas o no, modifican la idea de quién es uno mismo y qué se puede esperar de la vida y de los demás, pero cuando se trabaja en este proceso de asimilación las experiencias traumáticas comienzan a generar aprendizajes y oportunidades, en lugar de despertar prejuicios y limitaciones.
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