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¿Te ha pasado que, minutos después de comer, regurgitas alimento sin causa médica clara y de forma repetida? A menudo se piensa en “reflujo” o “vómitos”, pero no siempre es un problema gastrodigestivo. En muchos casos hablamos del Trastorno por rumiación: una condición psicológica que puede pasar desapercibida y confundirse con patologías físicas. En esta guía te explicamos, con un enfoque cercano y profesional, cómo reconocerla, en qué se diferencia de otros problemas, y cómo la terapia puede ayudarte a recuperar el control y el bienestar.
El trastorno por rumiación —también llamado trastorno de rumiación o síndrome de rumiación— es una afección psicológica en la que la persona regurgita de manera repetida alimentos sin digerir (o parcialmente digeridos) poco después de comer, en general a diario durante al menos un mes. Se trata de una conducta semi-voluntaria y automatizada (no es un reflejo como el vómito) que puede ocultarse por vergüenza: muchas personas evitan comer en público, se tapan la boca, tosen para disimular o restringen la ingesta, con el consiguiente riesgo de pérdida de peso y carencias nutricionales.
Cabe destacar que la regurgitación, a pesar de lo desagradable de la misma, siempre surge sin esfuerzo físico intenso (a diferencia del vómito) y es un acto seminvoluntario (pues no se trata de un reflejo fisiológico, sino de un acto aprendido y automatizado que puede llegar a controlarse con el tratamiento adecuado). De hecho, es habitual que la persona vuelva a masticar el alimento regurgitado para escupirlo o tragarlo de nuevo, pues no presenta acidez y, por ello, puede no resultar displacentero e, incluso, placentero o calmante para algunas personas. Esto marca una diferencia importante con otros trastornos de la conducta alimentaria (TCA) como la bulimia o la anorexia, en los que la expulsión alimentaria está motivada por preocupaciones puramente estéticas —y no surge a consecuencias de problemas emocionales, sino como una conducta de compensación consciente—. No obstante, en algunos casos, la rumiación puede presentarse junto a otros trastornos de la conducta alimentaria, funcionando como un medio para evitar el aumento de peso. En estas situaciones, sí puede observarse una distorsión de la imagen corporal.
Una característica menos conocida, pero frecuente en el trastorno por rumiación, es la sensación de alivio del dolor o la presión abdominal tras la regurgitación. En los casos más graves o prolongados, también puede aparecer una sensación de hambre entre horas, como consecuencia de una ingesta ineficaz o incompleta. Asimismo, es posible que la persona experimente una sensación de saciedad tras la regurgitación, aunque ésta no se corresponda con una ingesta completa o nutricionalmente adecuada.
"La edad de aparición del trastorno por rumiación es temprana, pudiendo darse en lactantes, durante la infancia, la adolescencia o la adultez temprana".
Sin embargo, aunque la edad de inicio se sitúa entre los 3 y los 12 meses, el trastorno por rumiación suele presentarse con mayor frecuencia en niños y personas con trastornos del neurodesarrollo, especialmente en aquellos con discapacidad intelectual moderada o grave. En adultos, la prevalencia estimada es entorno al 2%.
"El trastorno por rumiación es un trastorno de la conducta alimentaria poco conocido y, por ello, puede llegar a confundirse con un diagnóstico médico".
La forma más sencilla de diferenciar este problema psicológico de otros problemas físicos —como infecciones gastrointestinales, intolerancias alimentarias, enfermedad por reflujo gastroesofágico, gastroparesia, trastornos neurológicos o metabólicos, divertículo de Zenker o estenosis pilórica en lactantes— es respondiendo a las siguientes preguntas:
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Característica |
Probable origen físico |
Probable origen psicológico (TRASTORNO POR RUMIACIÓN) |
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Regurgitación |
Involuntaria, a menudo acompañada de acidez, náuseas o malestar físico. |
Semivoluntaria o automática, sin náuseas o arcadas. |
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Presencia de dolor y otros síntomas físicos |
Sensación de ardor o dolor torácico. Puede incluir hinchazón, estreñimiento, acidez, etc.. |
Normalmente sin dolor físico. |
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Inicio del síntoma |
Inmediato o varias horas después de comer. |
Minutos después de comer. |
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Contenido regurgitado |
Puede ser ácido, con sabor amargo o a quemazón. |
Comida no ingerida y sin sabor ácido o biloso. |
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Relación con factores emocionales |
Puede agravarse con el estrés, pero no es su causa. |
Relación con la ansiedad u otros estados emocionales. |

No obstante, dada la especial trascendencia del diagnóstico diferencial (pues afectará de forma directa a la efectividad del tratamiento) y la complejidad diagnóstica del motivo de consulta, en El Prado Psicólogos siempre recomendamos una valoración médica a fin de descartar totalmente cualquier problema físico como causa del reflujo. En el caso de que los estudios médicos no demuestren alteraciones físicas, pero los síntomas persistan y la regurgitación siga un patrón repetitivo y controlado, el trastorno por rumiación deberá pasar a considerarse como el diagnóstico principal.
El trastorno de rumiación tiene un origen multifactorial. Entre los factores que pueden iniciar y mantener la conducta destacan:
Fisiológicos:
Aprendizaje y regulación emocional:
Relacionales y del desarrollo:
Comorbilidad psicológica:
"El trastorno por rumiación supone que el cuerpo devuelve lo que la mente no digiere: tiene un componente psicológico, no es un simple reflejo digestivo".
Las consecuencias y el impacto del trastorno por rumiación son variados:
Físico:
Mal aliento.
Dientes desgastados.
Posible dolor estomacal o problemas digestivos.
Pérdida de peso significativa.
Valores nutricionales alterados o desnutrición.
En niños, postura de espalda arqueada y la cabeza se echa hacia atrás a la vez que se succiona con la lengua.
Psicológico:
Ansiedad anticipatoria a las comidas.
Sentimientos de vergüenza y posible culpabilidad.
Baja autoestima.
Trastornos adaptativos.
Ansiedad.
Depresión.
Social:
Sentimientos de vergüenza y necesidad de ocultación.
Posible rechazo social.
Aislamiento social por miedo al juicio o la incomprensión ajenas.

El tratamiento de elección es la terapia cognitivo-conductual, adaptada a la edad, nivel cognitivo y características individuales. Suele integrar:
Regulación psicofisiológica:
Técnicas de relajación (ej. respiración diafragmática): Ayudan a reducir la tensión abdominal que precede a la regurgitación.
Biofeedback: Entrenamiento en la autorregulación de la musculatura abdominal mediante retroalimentación visual o auditiva.
Intervenciones conductuales:
Terapia de inversión del hábito: Sustituye la rumiación por una conducta incompatible (p. ej., cerrar la boca, tragar, hablar).
Refuerzo diferencial: Recompensar conductas alternativas o incompatibles con la regurgitación.
Técnicas aversivas: Se aplican en casos muy específicos, buscando generar agotamiento o desagrado hacia la conducta problema.
Exposición sistemática a estímulos desencadenantes: Para reducir la respuesta automática a contextos asociados con la rumiación.
Terapias de regulación emocional:
Estrategias de gestión emocional: Identificar y trabajar las emociones que preceden a la conducta (ansiedad, frustración, aburrimiento).
Terapias complementarias (EMDR, EFT, hipnosis): Útiles si existen traumas, estrés emocional o trastornos comórbidos.
Intervención familiar y psicoeducativa:
Entrenamiento parental: Enseñar a los cuidadores estrategias adecuadas para el manejo conductual y emocional en casa, buscando modificar dinámicas familiares que estén manteniendo o desencadenando la conducta rumiativa.
Técnicas de refuerzo social y atención no contingente: Especialmente útil en bebés y niños pequeños, con base en el apego y el desarrollo afectivo, consiste en proporcionar estímulos afectivos a fin de reforzar la conducta de abandono de la rumiación.
"Si el trastorno por rumiación no se trata, puede cronificarse y aumentar sus problemas físicos y emocionales: no es sólo un 'mal hábito'".
Reducir la activación del organismo y, con ello, el impulso de regurgitar.
Manejar la ansiedad anticipatoria y comer con seguridad en situaciones sociales.
Regular emociones vinculadas a la conducta problema.
Extinguir la rumiación mediante un plan de técnicas personalizadas y seguimiento experto.
En nuestro centro trabajamos con atención personalizada, equipo con amplia experiencia en TCA y abordajes de regulación emocional, e integración de herramientas avanzadas cuando aportan valor (p. ej., EMDR o biofeedback), siempre con un trato cálido y cercano.
¿Qué es el trastorno de rumiación en palabras sencillas?
Una conducta aprendida y automatizada por la que regurgitas alimento minutos después de comer, sin náuseas ni acidez, a menudo como forma de aliviar tensión.
¿Puede confundirse con reflujo u otros problemas digestivos?
Sí. Por eso sugerimos descartar causas médicas primero. Si no se halla patología orgánica y la regurgitación es repetitiva y controlable, la rumiación cobra fuerza como explicación.
¿Es lo mismo que bulimia o anorexia?
No. En la rumiación la expulsión no nace de preocupaciones estéticas; puede coexistir con TCA y, en esos casos, sí observarse distorsión corporal.
¿Se cura?
Con un abordaje psicológico específico y, cuando procede, intervención familiar, la mejoría suele ser notable. El objetivo es recuperar una relación segura con la comida y desautomatizar la conducta.
Si te reconoces en lo descrito, no estás solo/a. Dar el paso de pedir ayuda puede evitar complicaciones físicas y un gran malestar emocional. En El Prado Psicólogos ofrecemos una primera entrevista informativa gratuita, presencial u online, para valorar tu caso y proponerte un plan terapéutico personalizado.
Horario: L–V, 9:00–21:00
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