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El trastorno explosivo intermitente no es “mal genio” ni “carácter fuerte”. Es un problema de control de impulsos que puede romper relaciones, afectar al trabajo y desgastar emocionalmente a quien lo sufre —y también a su entorno—. Si te identificas con explosiones repentinas de ira o convives con alguien que las padece, esta guía clínica te ayudará a comprender qué ocurre y qué puede hacerse desde la psicología.
¿A quién no le molesta que alguien le rompa algo sin querer o que le hayan traído otro pedido por error? La ira es una emoción básica que todos sentimos de vez en cuando, forma parte de la vida. Sin embargo, ¿qué sucede cuando esa respuesta primaria ante la frustración, la ofensa o la agresión lleva a explotar de manera desproporcionada?, ¿se puede estallar en cólera inesperadamente?, ¿es posible responder de forma iracunda sin tener claro el motivo de la misma?
Durante años, el trastorno explosivo intermitente (TEI) ha sido confundido con ser maleducado, tener mal genio o un "carácter fuerte". Sin embargo, el TEI refleja una falta de control de impulsos, lo que se traduce en estallidos de violencia relativamente breves —suelen durar entre treinta minutos y una hora— y de distinta gravedad:
Se trata, por lo tanto, de episodios recurrentes de ira desproporcionada con respecto al posible desencadenante (factor estresante, frustración, ofensa o provocación). No obstante, y a pesar de su recurrencia, no persiguen ningún objetivo concreto o instrumental (p. ej., dinero, intimidación o poder) ni son premeditados (es decir, que surgen de forma repentina), ya que son fruto de un acto impulsivo debido a la repentina alteración de su estado anímico por cuestiones de poca relevancia.
"A partir de los seis años puede diagnosticarse el trastorno explosivo intermitente, siendo más frecuente durante la adolescencia media y en los hombres".
En resumen, las personas con TEI tienen el umbral de frustración muy bajo y, ante la más mínima contrariedad, pueden montar en cólera súbitamente y perder el control conductual parcial o totalmente. Una vez pasado el episodio de furia, la persona se vuelve consciente de lo sucedido, con las consecuencias emocionales que conlleva (sentimientos de vergüenza, culpabilidad y arrepentimiento). Lógicamente, estas reacciones no pueden ser atribuidas al consumo de sustancias, daños o deformaciones en su sistema nervioso (p. ej., traumatismo craneal o enfermedad de Alzheimer), o la existencia de otros trastornos psicológicos.
Aunque se desconocen las causas exactas del trastorno explosivo intermitente, suelen atribuirse a la mezcla entre factores ambientales (antecedentes de violencia o problemas de control de impulsos, habiendo presenciado o sufrido abuso físico o emocional), genéticos y biológicos (alteraciones en la química cerebral o en áreas responsables del control de impulsos como la amígdala o la corteza prefrontal).
Además, se ha encontrado que las personas quepadecen ciertos problemas de salud mental (p. ej., la personalidad antisocial, el trastorno límite de personalidad, los problemas de alcohol o drogas, o los trastornos que incluyen comportamientos disruptivos como el TDAH) tienen una mayor probabilidad de padecer TEI. En estos casos, el TEI es un trastorno independiente y no se debe directamente a padecer dichos trastornos, sino que es más frecuente que coexistan, dificultando su manejo y agravándose mutuamente.
A diferencia del trastorno explosivo intermitente, un ataque de ira es un episodio puntual o aislado que, aunque pueda ser desmedido, suele tener una causa identificada. Asimismo, en un ataque de ira existe un mayor grado de control y capacidad de reflexión en el momento, es decir, que la persona es capaz de contenerse más. Asimismo, dado que las consecuencias son menores, suele generar sentimientos negativos de menor intensidad.
"Cuando alguien se descontrola ocasionalmente por el estrés, la frustración o un conflicto puntual, es más probable que se trate de un ataque de ira normal, no patológico".
Cabe destacar que, aunque ambos pueden aparecer durante la niñez o adolescencia, el trastorno negativista desafiante sólo se puede diagnosticar durante dichas etapas de la vida (dado que es un trastorno del neurodesarrollo). Por otra parte, el comportamiento de quienes tienen el TND suele dirigirse contra las figuras de autoridad, incluyendo conductas como la desobediencia de reglas, las provocaciones, las discusiones constantes o el desafiar a las figuras de autoridad. A este respecto, aunque puede parecer un comportamiento intencional o planificado, éste no siempre tiene el objetivo consciente de provocar, sino que puede reflejar dificultades en la regulación emocional o la relación con el entorno.
"En el TND la actitud es retadora, pero rara vez violenta. Asimismo, el niño tiende a justificar su hostilidad y resentimiento, sin caer normalmente en la pérdida de control".
Aunque ambos casos suponen la pérdida de control emocional, en el ataque de ansiedad (ya se trate de una crisis puntual o forme parte de un trastorno de ansiedad) la persona es consciente de su desbordamiento emocional y tiene una reacción defensiva a un estado de amenaza interna, como el estrés o el miedo intenso (no se debe tanto a la falta del control de impulsos, como en el trastorno explosivo intermitente). Además, el ataque de ansiedad suele ir acompañado de otros síntomas físicos propios de la ansiedad (p. ej., dificultades para respirar o dolor en el pecho).
"El sentimiento asociado al ataque de ansiedad suele ser el miedo anticipatorio a perder el control, mientras que en el TDI la vergüenza y la culpa a posteriori son más característicos".
En este contexto, cuando se habla de violencia no se hace referencia a personas que actúan en un estado de desregulación grave, un episodio psicótico o que han consumido alcohol u otras drogas, sino a personas que utilizan la violencia de forma deliberada (como parte de una estrategia o manipulación), a fin de controlar o de hacer daño (una característica común de las personas con trastornos de la personalidad narcisista o antisociales).
A diferencia del trastorno explosivo intermitente, las personas violentas (p. ej., acosadores, maltratadores o criminales) son conscientes y tienen el propósito de hacer daño o controlar mediante éste, por lo que niegan, minimizan o justifican su comportamiento. En este sentido, no suelen sorprenderse de su propia reacción, ya que la violencia tiene un carácter cíclico con el fin de controlar a la persona a través del miedo y el aislamiento.
"El trastorno explosivo intermitente no es sinónimo de violencia intencional y sistemática, pues no tiene una función instrumental".
Aunque tener el TEI (caracterizado por una reacción impulsiva) no exime de la responsabilidad de las propias acciones, utilizar el diagnostico del TEI para justificar la violencia recurrente a nivel escolar, familiar o de pareja es peligroso, pues supone encubrir el maltrato intencional y quita la responsabilidad a quien elige no controlar su comportamiento para su propio beneficio personal.
En estos casos, los ataques de ira no son el trastorno principal, sino una manifestación emocional secundaria de:
"Las personas con el trastorno explosivo intermitente tienen un estado anímico estable entre los episodios, pero reaccionan de manera desproporcionada a estímulos leves y, a menudo, sin una causa clara".
Las personas diagnosticadas con trastorno explosivo intermitente son más propensas a presentar problemas:
La terapia más recomendada, según la evidencia científica actual, es la cognitivo-conductual. La psicoterapia está enfocada a aprender a identificar tanto los posibles factores desencadenantes (los inmediatos y los acumulativos) como los signos y síntomas previos a las explosiones de ira, a fin de poder prevenirlos fomentando la autorregulación emocional.
Las técnicas de relajación y de manejo del estrés, el control de impulsos y la tolerancia a la frustración resultan fundamentales, así como modificar las creencias y gestionar los pensamientos automáticos que agravan las respuestas impulsivas. Aprender a tener respuestas alternativas no agresivas ante situaciones de frustración o conflicto y resolver los problemas, mejorar la comunicación y defender los propios derechos de forma asertiva son las áreas de trabajo imprescindibles en los casos de TEI.
Abordar los sentimientos de vergüenza, culpa y arrepentimiento que surgen a consecuencia de la explosión de ira también es importante, pues contribuyen a aumentar la anticipación negativa (provocando la profecía autocumplida) y la tensión emocional y, con ello, las explosiones emocionales.
"Si se siente desgastado emocionalmente y no entiende bien qué le pasa o por qué no puede controlar sus reacciones, es recomendable pedir ayuda, ya que ese malestar post-crisis es señal de que no se trata de un simple 'mal carácter'".
En El Prado Psicólogos ofrecemos atención personalizada, un equipo con amplia experiencia en regulación emocional e integración de herramientas basadas en evidencia (entrenamiento emocional, mindfulness, terapia de pareja cuando procede, etc). Realizamos una primera entrevista informativa gratuita para orientarte y valorar el enfoque más adecuado (presencial y online).
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