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El sentido del tacto es el sentido más primitivo, es el primero que se desarrolla, es fundamental para la supervivencia y es la pieza clave del desarrollo neurocognitivo.
Además, la piel es el órgano más grande del cuerpo humano, que se ve inmersa en muchos aspectos de nuestro día a día aunque no seamos conscientes de ello. Nos ayuda a tomar conciencia de nosotros mismos como individuos, nos protege del peligro a través del dolor, establece vínculos afectivos, y otras muchas cualidades que son esenciales para nosotros como seres humanos.
Pero existe una fobia, que de un tiempo a esta parte ha aumentado de manera exponencial. Hablamos de la hafefobia o afefobia.
La hafefobia se trata de una fobia específica basada en un miedo irracional, acusado y persistente a tocar o ser tocado por otras personas. Esta situación provoca un gran sufrimiento por parte de la persona que lo padece y genera un impacto negativo en las relaciones sociales de dicha persona.
El miedo al contacto físico tiene diferentes nombres como hafefobia, afefobia, hafofobia, hapnofobia, haptephobia, haptofobia, thixofobia o quiraptofobia, pero todos y cada uno de ellos se refieren a lo mismo, a esta fobia al contacto humano.
Esta fobia al contacto físico se puede dar hacia personas desconocidas, pero también con familiares y amigos. Ya que el miedo, por ejemplo, a contraer una enfermedad a través de otras personas, no diferencia si estas son conocidas o no.
A día de hoy, estamos muy familiarizados con los términos de distancia social, miedo al contagio, y otra serie de conceptos repetidos constantemente en todos los sitios, pero la verdad es que, esta fobia ya existía, aunque no con la frecuencia con la que nos la estamos encontrando a día de hoy.
La hafefobia o hafofobia es una trastorno de la ansiedad, y como tal, la sintomatología la podemos encontrar relacionada con el triple sistema de respuesta de ansiedad desarrollado por Lang.
La sintomatología de la hafefobia o afefobia la encontramos en tres niveles diferenciados:
La sintomatología cognitiva: se trata de pensamientos irracionales ante un estímulo fóbico, dificultad de concentración o miedo irracional. En este caso pueden ser pensamientos relacionados con el miedo a la posibilidad de contagiarse por Covid-19 o contagiar a los demás, pensamientos sobre consecuencias fatales o catastróficas como la muerte, etc.
La sintomatología física o fisiológica: se trata de taquicardias, hiperventilación, sudoración, sensación de mareo, nauseas, sensación de ahogo, tensión muscular, etc.
La sintomatología conductual: se da la evitación del estímulo que genera la fobia, que en este caso sería evitar tocar o ser tocado.
No debemos olvidar que esta situación tiene un impacto muy negativo tanto a nivel personal, como familiar, social e incluso laboral. Y en casos extremos puede llevar al aislamiento total por parte de la persona que lo padece.
Existen diversas causas por las que se puede desarrollar una fobia específica como la afefobia. Puede provenir de la etapa infantil en la que se haya vivido alguna situación traumática que implicase contacto, pero también puede ser algo aprendido, que no me haya sucedido a mi personalmente, pero que lo haya visto en una persona cercana, por ejemplo, mi madre. Por lo tanto, aprendo esa conducta y evito que suceda.
Pero, por supuesto, si hay algo que ha incrementado notablemente los casos de hafefobia o miedo al contacto social, es la pandemia provocada por el Covid-19. La pandemia ha cambiado nuestras conductas sociales. Ahora estamos familiarizados con conceptos como la distancia social que nos impide abrazarnos, besarnos o realizar cualquier otra forma de interacción, lo que ha modificado la visión que tenemos de esta interacción como algo negativo y peligroso. El miedo a contagiarse por Covid-19 o incluso a morir a causa de esta enfermedad, nos ha llevado a distanciarnos socialmente, a evitar el contacto y en muchas ocasiones, cambiar nuestros hábitos. No es extraño el que hayamos normalizado saludarnos en la distancia o no tocarnos, cuando hasta hace bien poco, lo habitual era besarnos o abrazarnos cuando nos veíamos.
También, la información constante sobre el número de contagios y de muertes que recibimos o la abundancia de conversaciones sobre el tema en nuestras reuniones, hace que esa sensación de peligrosidad aumente.
Una persona con hafefobia puede sentir el contacto físico como excesivo o doloroso.
La hafefobia puede desembocar en la evitación de situaciones o lugares en los que le puedan tocar, y esto se relaciona íntimamente con la agorafobia, es decir, ese miedo intenso a estar en lugares donde es difícil recibir ayuda, multitudes, etc. En multitud de ocasiones la persona que lo sufre se ve inducida a creer que el otro quiere constantemente tocarlo.
Y además, se puede acentuar una situación en la que de por si una persona no sea muy propensa a las relaciones interpersonales, llegando a eliminar de su agenda los encuentros sociales.
La psicoterapia es el tratamiento de elección para la hafefobia o el miedo al contacto físico. Ésta nos ayudará a identificar el origen del problema y las consecuencias que está teniendo en nuestro día a día, analizará que emociones y pensamientos están asociados, destacando los pensamientos negativos que llevan a la situación de miedo. Será necesario reevaluar el sentido de la distancia y el contacto con los demás. Y también lo será, identificar las situaciones traumáticas que le han conducido a ese estado emocional y así reprocesar toda esa información.
Los tratamientos psicológicos que han mostrado mayor evidencia en el tratamiento de las fobias como la afefobia son la terapia de exposición y la terapia cognitiva para trabajar los pensamientos irracionales que puedan estar dificultando el progreso. Si hay alguna situación traumática en el origen de la afefobia se trabaja con EMDR, una técnica para reprocesar emocionalmente eventos traumáticos. Además, las técnicas de respiración y relajación ayudan al paciente a tener más control sobre sus síntomas.
En El Prado Psicólogos, contamos con una visión integradora, que nos dota de gran variedad de herramientas adaptadas a cada paciente individual para la mejora de la sintomatología y la vuelta a una vida normalizada en el menor tiempo posible.
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