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El Trastorno Límite de Personalidad fue definido ya en el siglo XIX, posicionándose como limítrofe entre la psicosis y la neurosis. Presenta tres componentes clínicos principales: un inestable sentido del yo, un alto nivel de impulsividad y una elevada labilidad o inestabilidad afectiva.
Según los datos estadísticos, afecta al 2% de la población, siendo dos veces más frecuente en las mujeres que en los hombres. En poblaciones clínicas puede llegar a un 30%. En los familiares de primer grado de estos pacientes se ha observado una mayor prevalencia de trastornos depresivos y abuso de sustancias.
A diferencia de otros trastornos, el Trastorno Límite de la Personalidad es para muchos autores el trastorno de personalidad más complejo y de los más graves, como vienen defendiendo autores como Millon(Millon y Davis, 1998; Millon y Escovar, 1996; Millon y Everly, 1994). Algunos llegan incluso a declararlo como el trastorno emocional más representativo de nuestro tiempo y como el resultado de una sociedad instalada en la inmadurez, la banalidad y la falta de cohesión (Cervera, Haro y Martínez-Raga, 2005).
En este Trastorno de Personalidad no se ha constatado una causa como tal, sino que debería entenderse como un compendio de variables o factores de riesgo que influyen en su aparición en el futuro. Esta multicausalidad podría constituirse en tres categorías principales:
Factores relacionados con la genética. Aunque no se ha relacionado directamente con ningún gen, en determinados estudios con gemelos monocigóticos se ha observado una relación entre esta enfermedad y una cierta heredabilidad familiar. Incluso, ha llegado a asumirse que, estadísticamente, dicho trastorno multiplica las posibilidades de padecerlo si algún familiar de primer grado lo sufre también.
Factores relacionados con el ambiente. Determinados acontecimientos traumáticos a lo largo del ciclo vital, tales como haber sufrido u observado abuso sexual, físico o emocional en la niñez o adolescencia, negligencia en el cuidado parental, situaciones de abandono o desamparo y haber vivenciado violencia intrafamiliar, aumentan el riesgo de desarrollar TLP.
Factores relacionados con cambios neurofisiológicos, neuroquímicos y neuromorfológicos del cerebro. Se ha observado que existe una correlación entre algunos síntomas límite y determinadas dinámicas cerebrales, en concreto, con la modulación de la ira y la inestabilidad emocional. La corteza prefrontal (encargada de la regulación de las emociones) se encontraría más desinhibida en comparación con aquellas personas que no sufren dicho trastorno. Al igual que una hiperreactividad de la amígdala (encargada de alarmar al sistema nervioso ante la llegada de una amenaza).
Más allá de los criterios diagnósticos reservado para este trastorno, nos encontramos diversa sintomatología y características que se vinculan al TLP. Se podrían subdividir en 3 áreas principales:
Vivencia personal:
- Las personas afectadas con este trastorno encuentran variaciones constantes en su estado de ánimo, pudiendo cambiar de un momento a otro.
- Sentimiento crónico de vacío existencial.
- Reacciones emocionales desproporcionadas y fragilidad de su “yo”.
- Deslegitimación de sus emociones, sentimientos y creencias que pueden dar lugar a sentimientos de frustración y malestar con ellos mismos.
-Autoimagen y autoestima negativas a raíz de las reacciones impulsivas.
-Ausencia de claridad en cuanto a objetivos y propósitos, preferencias y sentimientos.
Relaciones interpersonales:
-Relaciones interpersonales intensas y confusas, como consecuencia de una visión fragmentada e inestable del “yo”.
-Problemas para establecer los propios límites y respetar los de los demás.
-Tendencia a polarizar a las demás personas entre la idealización y la devaluación. Pudiendo sentir ambos polos con una misma persona en diferentes momentos.
-Dificultad en cuanto a la gestión del sentimiento de soledad y al autocuidado.
-Propensión a categorizar las relaciones sociales de forma dicotómica y absoluta. Como personas “buenas o malas” o personas “confiables o no”.
-Suelen provocar en las personas más allegadas incomprensión, impredecibilidad e impotencia.
Pensamientos y conductas
-Alternancia rápida y brusca de opinión y pensamiento.
-Evocan situaciones dándole un significado diferente al resto de personas.
-Dificultad para atribuir una responsabilidad proporcionada a las circunstancias y personas.
-Problemas para admitir los errores o, por el contrario, los atribuye todos a uno mismo.
-Dificultad en cuanto a la previsión de las consecuencias de sus actos en los otros.
-Desbordamiento y desbocamiento de emociones, como por ejemplo, ira excesiva o inapropiada.
-Conductas autolesivas, suicidas o parasuicidas.
-Conductas temerarias como relaciones sexuales de riesgo, juego patológico, abuso de estupefacientes, conducción peligrosa, peleas, etc.
El término “comorbilidad” es un tecnicismo médico que hace referencia a la presencia de uno o más trastornos asociados además del diagnóstico primario. Es decir, existe la posibilidad de tener más de un trastorno a la vez.
En este caso, el TLP se ha vínculado con otros Trastornos de Personalidad como el narcisista, paranoide, antisocial, dependiente e histriónico. En cuanto a su asociación con otros cuadros cínicos, se ha observado su aparición junto al Trastorno Depresivo Mayor, trastornos de ansiedad, trastornos afectivos, Trastorno de Estrés Postraumático, Trastornos de la Conducta Alimentaria, Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad y abuso de sustancias. Este último, mantiene una relación directa con los síntomas del TLP al promover la inestabilidad emocional y la impulsividad cognitiva y comportamental.
El Trastorno Límite de la Personalidad se encuentra recogido en la categoría de “Trastornos de Personalidad” del DSM 5. Tradicionalmente, en el DSM-IV-TR (y anteriores) se encontraba en el Eje II, junto a otros trastornos de personalidad y otras categorías diagnósticas como la discapacidad intelectual, los mecanismos de defensa, y rasgos desadaptativos de personalidad.
Los criterios diagnósticos del Trastorno de la personalidad límite (APA, 2013) son:
Patrón dominante de inestabilidad de las relaciones interpersonales, de la autoimagen y de los afectos, e impulsividad intensa, que comienza en las primeras etapas de la edad adulta y está presente en diversos contextos, y que se manifiesta por cinco (o más) de los hechos siguientes:
1. Esfuerzos desesperados para evitar el desamparo real o imaginado. (Nota: No incluir el comportamiento suicida ni de automutilación que figuran en el Criterio 5.)
2. Patrón de relaciones interpersonales inestables e intensas que se caracteriza por una alternancia entre los extremos de idealización y de devaluación.
3. Alteración de la identidad: inestabilidad intensa y persistente de la autoimagen y del sentido del yo.
4. Impulsividad en dos o más áreas que son potencialmente autolesivas (p. ej., gastos, sexo, drogas, conducción temeraria, atracones alimentarios). (Nota: No incluir el comportamiento suicida ni de automutilación que figuran en el Criterio 5.)
5. Comportamiento, actitud o amenazas recurrentes de suicidio, o comportamiento de automutilación.
6. Inestabilidad afectiva debida a una reactividad notable del estado de ánimo (p. ej., episodios intensos de disforia, irritabilidad o ansiedad que generalmente duran unas horas y, rara vez, más de unos días).
7. Sensación crónica de vacío.
8. Enfado inapropiado e intenso, o dificultad para controlar la ira (p.ej., exhibición frecuente de genio, enfado constante, peleas físicas recurrentes).
9. Ideas paranoides transitorias relacionadas con el estrés o síntomas disociativos graves.
Existen mitos o creencias no verdaderas acerca de las personas que sufren TLP. Varios de ellos serían:
Finge constantemente y solo es una llamada de atención.
Puede conseguir cualquier cosa pero es demasiado vago.
Manipula malévolamente a los demás para conseguir sus objetivos.
Tiene un bajo CI de inteligencia o es incapaz de razonar.
Es un caso perdido.
Hay que protegerle en exceso y evitarle cualquier tipo de esfuerzo.
Solo le hace falta disciplina y “mano dura”.
Es una persona superficial y carece de sentimientos.
Las relaciones humanas se basan en vínculos afectivos que unen simbólicamente a cada una de las personas que componen una determinada relación. Por ello, no podemos hablar del establecimiento del vínculo amoroso sin referirnos al apego y, en concreto, al apego que se ha desarrollado desde el inicio de la vida con personas relevantes de nuestra historia. La necesidad de comprender el apego resultante de estas primeras interacciones tiene como objetivo entender y comprender cómo esa persona en la actualidad se muestra al mundo y, en concreto, en la relación humana más íntima que puede llegar a tener, refiriéndonos en este caso, a una relación de pareja.
La dinámica en la pareja puede llegar a constituir un reflejo de vínculos afectivos aprendidos en nuestra historia de vida, pudiendo ser más o menos disfuncionales. Esto último se constatará por necesidades emocionales no cubiertas por las principales figuras de apego, por situaciones o vivencias idiosincrásicas del individuo y de los demás miembros familiares, y por los aspectos genéticos o heredabilidad familiar que, si bien no constituye una determinación en cuanto al tipo de apego, existen cualidades genéticas que pueden favorecer o entorpecer el establecimiento de ciertos vínculos.
En el caso del TLP, se observa que las personas que lo sufren han mantenido (y siguen en muchos casos manteniendo) un tipo de apego inseguro con sus principales figuras de apego. Esto puede trasladarse a la relación de pareja, extrapolándose aquellas herramientas vinculares del pasado a la relación actual.
La dinámica en las relaciones, donde alguno de sus miembros padece TLP, puede verse envuelta en continuos y tormentosos conflictos. Esto ocurre porque existen ciertas dificultades que pueden darse en una relación con alguien que sufre TLP. Algunas de ellas pueden ser:
Intensidad emocional desproporcionada en la entrega al “otro”. Se invierte una gran cantidad de energía emocional en las relaciones vinculares.
Ambivalencia entre depender y huir. Existen en el mismo individuo dos posiciones aparentemente contrarias.
Escalada extrema del conflicto. En cuanto a la comunicación en pareja, puede llegar a verse inundada por conflictos cuyos tonos van tornándose en mayor intensidad.
Manipulación emocional y victimización. Se pueden producir chantajes emocionales frecuentes bajo una posición de vulnerabilidad.
Percepción de incomprensión. Sentirse constantemente incomprendido por el mundo en general, y por la pareja en particular.
Sensación crónica de vacío. Vivencia de pérdida de sentido vital.
Rutina boicoteada. Saboteamiento de actividades y proyectos importantes, tanto con uno mismo como con la pareja.
Autoengaño. Necesidad de buscar coherencias superficiales entre pensamientos y actos impulsivos.
Los tratamientos psicoterapéuticos que han demostrado ser efectivos en el TLP son los siguientes:
Terapia dialéctica conductual (DBT). Este tipo de terapia combina sesiones individuales y grupales para tratar específicamente el TLP. Su objetivo es el entrenamiento en habilidades para controlar las emociones, potenciar la tolerancia a la frustración y mejora de las relaciones sociales.
Terapia centrada en esquemas. Pudiendo ser de corte individual o grupal, esta terapia tiene como objetivo la identificación de necesidades no cubiertas a lo largo de la vida que produjeron determinados patrones que, siendo estos adaptativos en ese momento vital, actualmente resultan desadaptativos y obstaculizan a la persona para alcanzar el bienestar. Tras la identificación de dichos patrones, se ayuda a satisfacer las necesidades no satisfechas y se promueven nuevos patrones de vida adaptativos.
Terapia basada en la mentalización (MBT). Es un tipo de terapia conversacional cuyo propósito sería identificar aquellos pensamientos, emociones y sentimientos en cualquier situación, dándoles una interpretación alternativa que ayude a la persona a distanciarse de los impulsos. Pone su énfasis en los pensamientos anteriores a la acción y en los disparadores de los actos impulsivos.
Entrenamiento en sistemas para la previsibilidad emocional y resolución de problemas (STEPPS). Es un tratamiento estructurado de 20 semanas donde se incluyen sesiones de grupo con miembros del sistema familiar, responsables o cuidadores, y amigos o seres queridos importantes para la persona que sufre TLP. El objetivo es la identificación y gestión de emociones en situaciones y contextos concretos.
Psicoterapia centrada en la transferencia (TFP). Siendo una terapia de corte psicodinámico, ésta tiene el objetivo de entender y comprender la emoción que surge en determinadas situaciones y, además, se tratan aquellas dificultades en las relaciones interpersonales a través del vínculo que se crea con el psicoterapeuta. Una vez encontradas estas últimas, se hacen conscientes y se utilizan nuevas formas de relacionarse que se trasladarán a la esfera social del paciente.
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