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La vigorexia se considera un trastorno dismórfico corporal, si bien aún no está incluida en el Manual Diagnóstico de los Trastornos Mentales. Sin embargo, se estima que en España afecta a 1 de cada 2.000 hombres y aproximadamente al 5% de los usuarios habituales de los gimnasios.
Realizar ejercicio físico es beneficioso porque nos ayuda a mantenernos saludables, tanto desde el punto de vista físico como mental. Sin embargo, también puede ser un arma de doble filo, tal y como constató Harrison G. Pope en el año 1993. Mientras este psiquiatra estudiaba los efectos del abuso de los esteroides anabolizantes en culturistas, descubrió por casualidad que algunos de estos hombres mostraban una obsesión fuera de lo común por desarrollar sus músculos.
También experimentaban un cambio en la percepción del cuerpo; es decir, aunque eran grandes y musculosos, se veían pequeños y delgados. Como los síntomas que experimentaban estas personas eran radicalmente opuestos a los de la anorexia, en un primer momento este trastorno fue bautizado como “anorexia inversa” pero posteriormente se acuñó el término vigorexia.
Las personas que sufren vigorexia se preocupan de manera excesiva por su imagen corporal, fundamentalmente por desarrollar un cuerpo atlético. Sin embargo, el problema es que suelen tener una imagen distorsionada de sí mismos por lo que perciben que están demasiado delgados o que sus músculos no son lo suficientemente grandes.
Como resultado, los vigoréxicos comienzan a experimentar una necesidad compulsiva de realizar ejercicio físico por lo que incrementan las horas que le dedican a la actividad física en aras de poder alcanzar el cuerpo añorado. Cuando no están practicando deportes, suelen tener pensamientos recurrentes sobre su físico y cómo mejorarlo. Además, están continuamente preocupados por la imagen que ofrecen a los demás y, en los casos extremos, incluso evitan las situaciones sociales ya que consideran que están demasiado delgados y parecen débiles.
También suelen preocuparse excesivamente por las dietas, asegurándose de que sean bajas en grasas y carbohidratos. De hecho, muchos recurren al consumo de sustancias anabolizantes para potenciar el crecimiento muscular, con las consecuencias negativas que esto puede acarrear.
Los principales síntomas de la vigorexia son:
La vigorexia es un trastorno que tiene profundas raíces culturales y que se ha agudizado en las últimas décadas, debido fundamentalmente a que los medios de comunicación publicitan imágenes de personas atléticas y musculosas como ídolos a seguir. De hecho, una encuesta realizada en una clínica estadounidense especializada en trastornos alimentarios nos demuestra que desde la década de los ’70 hasta finales de los años ’90, la insatisfacción de los hombres con su apariencia ha aumentado en un 15%.
La vigorexia es mucho más frecuente en hombres que en mujeres. Actualmente se estima que el 80% de los casos son de género masculino, lo cual es perfectamente comprensible, si tenemos en cuenta que la presión social por desarrollar un cuerpo musculoso es mayor en los hombres.
Sin embargo, todo no se reduce a un cambio en el paradigma de belleza a nivel social. Se conoce que muchas de las personas que padecen de vigorexia y otros trastornos dismórficos suelen tener problemas de autoestima, una tendencia a la timidez o introversión y/o rasgos perfeccionistas, aspectos que fungen como aceleradores del problema. En los últimos años, gracias a los estudios neuropsicológicos, también se ha apreciado que existen alteraciones bioquímicas a nivel cerebral, específicamente, cambios en los niveles de serotonina.
Las personas que padecen vigorexia suelen dedicarle cada vez más horas al entrenamiento, por lo que se van alejando de su círculo de amigos y sus relaciones interpersonales se resienten. Además, a menudo también reducen el número de horas que le dedican al trabajo o el estudio y terminan teniendo problemas en estos ámbitos. Como resultado, es usual que la persona se sienta cada vez más sola y la depresión no tarda en aparecer, de hecho, aproximadamente un 58% de las personas afectadas por la vigorexia también reportan síntomas depresivos.
Las consecuencias de la vigorexia no se limitan al aspecto psicológico, sino que también se aprecian en el plano físico. Es bastante usual es que se produzca una sobrecarga de entrenamiento que termina dañando los músculos, huesos y articulaciones, en ocasiones de manera irreversible. Por otra parte, si la persona consume anabolizantes con regularidad y durante largos periodos de tiempo, puede sufrir daños graves a nivel hepático y renal, padecer hipertensión e incluso aumenta el riesgo de sufrir un infarto. El consumo de esteroides también se ha asociado con problemas de infertilidad y la aparición de ideas suicidas, manías y delirios.
En algunos casos el trastorno es tan grave que es necesario recurrir a los fármacos. Se pueden usar los inhibidores de la recaptación de serotonina para controlar los síntomas obsesivo-compulsivos y los inhibidores no selectivos para reducir los síntomas dismórficos. No obstante, el tratamiento farmacológico nunca es suficiente, ni en todos los casos necesario, siendo fundamental realizar un tratamiento psicológico adecuado.
A través de la terapia psicológica se trabaja el control de los pensamientos recurrentes sobre el cuerpo y los sentimientos al respecto, siendo esencial explorar las causas que producen el trastorno. En El Prado Psicólogos incluimos en nuestra terapia técnicas como la hipnosis, EMDR, EFT o PNL, para lograr una mayor eficacia y reducir el tiempo de tratamiento.
Los objetivos principales del tratamiento de la vigorexia son:
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