Qué es el síndrome del cuidador quemado y cómo combatirlo
¿Qué pensarías si te ofrecieran un puesto de trabajo 24 horas al día los 7 días a la semana? ¿Qué pensarías si ese trabajo te supusiera un enorme esfuerzo físico y mental? ¿Qué pensarías si ese trabajo no fuese reconocido? ¿Qué pensarías si ese trabajo no fuese remunerado? Son muchas las personas que se encuentran en esa situación. Son muchas las personas que se encuentran al cuidado de una persona dependiente y muchas de ellas desarrollan el síndrome del cuidador quemado o burnout del cuidador.
Las personas dependientes normalmente son personas mayores o enfermas que requieren ayuda en las funciones cotidianas, ya que ellos mismos ya no las pueden desempeñar. Algunas de estas funciones pueden ser: desplazarse, hacer la compra, alimentarse, asearse, vestirse, etc.
Ante esta situación, son muchos los familiares que asumen el rol de cuidador, con el objetivo de ayudar a su ser querido en la realización de todas estas actividades de la vida diaria y prestarles un apoyo emocional.
Por poner un ejemplo, se estima que al menos en el 80% de las personas con Alzheimer son cuidadas por alguno de sus familiares. No obstante, son muchos los profesionales que también se dedican al cuidado de las personas dependientes.
El cuidado de las personas dependientes no es una tarea fácil y, con el tiempo, la situación se puede volver más compleja, menos tolerable y más agotadora tanto para los familiares como para los profesionales que se dedican al cuidado de estas personas. Con todo ello, esta dificultad en el cuidado puede ocasionar, en algunos casos, un profundo estrés; además de frustración, depresión y desgaste físico. Lo que normalmente se entiende como síndrome del cuidador o el cuidador quemado (síndrome de Burnout del cuidador).
¿Qué es el síndrome del cuidador o del cuidador quemado?
El síndrome del cuidador o del cuidador quemado es un problema que pueden desarrollar las personas que desempeñan el rol de cuidadores principales de una persona dependiente, ya sean familiares o profesionales de la salud.
Estas personas sufren un profundo desgaste físico, psicológico y de su salud en general, por el cuidado constante y continuado de la persona dependiente. Con frecuencia, se da en cuidadores de enfermos de Alzheimer, pero también puede deberse por el cuidado de personas con enfermedades crónicas, como el cáncer, la enfermedad mental o por los cuidados de la vejez.
Para ponerte en contexto, este síndrome del cuidador o síndrome de Burnout del cuidador fue descubierto por Herbert Freudenberg en 1974 tras observar los efectos en profesionales encargados del cuidado de personas con enfermedad grave. Herbert observó síntomas de ansiedad, fatiga y agotamiento físico-psíquico en estos profesionales. Para este psicólogo, encargarse de la ingesta de medicación de la persona dependiente, su alimentación, su aseo personal, el desplazamiento a las consultas médicas, etc., era el primer detonante de estrés en el cuidado.
Si a eso le añadimos el agotamiento e irritabilidad por la relación entre el cuidador y la persona dependiente, cubrir estas necesidades del cuidado, se volverá todo un reto.
A pesar de que este autor descubrió este síndrome en los años 70 en profesionales, su presencia probablemente se remonte mucho antes en el tiempo, existiendo social y culturalmente en el silencio de algunas casas, en las que, en ocasiones, eran las esposas y las hijas las que heredaban el cuidado de la persona dependiente como “su deber”. Por este motivo, estas personas podían desarrollar síntomas de depresión, cansancio y desesperanza, además de sentimientos de hostilidad y rabia encubierta hacia la persona dependiente. A esto se le debe sumar también el sentimiento de culpa por sentir esas emociones “negativas” por el cuidado del enfermo. Y no nos engañemos, aún hoy, el cuidado de una persona dependiente sigue recayendo de forma mayoritaria en las mujeres.
No obstante, para poder cuidar a las personas dependientes, normalmente los cuidadores desconectan de sus propias necesidades y así cubrir únicamente las de la persona enferma. Por este motivo, cualquier tipo de ayuda que otros miembros de la propia familia puedan brindar al cuidador serán fundamentales para que él también comience a cuidarse a sí mismo.
En resumidas cuentas, la dependencia y la enfermedad no afectan únicamente a la persona dependiente, sino que también puede acarrear unas consecuencias psicológicas enormes para aquellas personas que la acompañan y la cuidan. La persona cuidadora, desconecta de sus propias necesidades para cubrir las de la persona enferma, pudiendo desarrollar entonces episodios de estrés con implicaciones a nivel físico y emocional, llegando a desarrollar también la llamada “fatiga de compasión”.
Es por ello que: “A veces, la persona que siempre está para ayudar a todos, necesita a alguien que se preocupe de ella”.
¿Cómo saber si tengo el síndrome del cuidador quemado?
Para saber si tienes el síndrome del cuidador quemado, debes tener en cuenta que se caracteriza por el agotamiento físico y psíquico. Al enfrentarnos a una situación que consume todo nuestro tiempo y energía, para la que no estamos del todo preparados, la persona cuidadora se encuentra en una situación de estrés continuado en una lucha diaria contra la dependencia. Esto puede provocar un agotamiento en las reservas físicas y mentales del cuidador. Si este es tu caso, es posible que tengas el síndrome del cuidador quemado o de Burnout. Algunos síntomas de este síndrome pueden ser:
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Los cambios de humor repentinos.
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El agotamiento físico y mental.
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Los síntomas de depresión o ansiedad.
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El aislamiento social.
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Las alteraciones del apetito y del peso.
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Los problemas laborales.
Consecuencias del síndrome del cuidador
Las consecuencias del síndrome del cuidador las podemos dividir en dos niveles:
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A nivel físico, se ha observado que los cuidadores principales de las personas dependientes suelen tener una peor salud que el resto de miembros de la familia “no cuidadora”. Es por este motivo por el que pueden sufrir con mayor probabilidad dolores musculares, trastornos cardiovasculares y gastrointestinales, alteraciones del sistema inmunológico y problemas respiratorios. Además, suelen descansar menos, se alimentan peor, no realizan ejercicio físico, abusan del tabaco o el alcohol, consumen ansiolíticos e hipnóticos en exceso e incumplen los tratamientos médicos. Es decir, como se ha dicho anteriormente, tienen un menor número de conductas de autocuidado.
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A nivel mental, también se observa una peor salud emocional en comparación con los “no cuidadores”. Presentan una mayor tristeza, soledad, irritabilidad, culpabilidad y un mayor número de preocupaciones.
En definitiva, las personas que cuidan a personas dependientes pueden presentar:
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Trastornos del sueño.
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Irritabilidad.
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Altos niveles de ansiedad.
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Dificultad en las relaciones interpersonales.
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Desesperanza.
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Aislamiento.
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Dificultades en la concentración.
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Ideación suicida.
Cuidando al que cuida: Cómo cuidarse para poder cuidar
Para poder cuidar a los demás, es fundamental cuidarnos a nosotros mismos. Por ejemplo, si alguna vez has viajado en avión te habrás dado cuenta que, durante la instrucciones dadas por las azafatas de vuelo, explican que en caso de dificultad, el padre o la madre se deberán poner la mascarilla de oxígeno antes que a los niños, para asegurarse que les pueden cuidar en todo momento, y no al contrario.
Por este motivo, desde El Prado Psicólogos queremos darte algunas ideas que pueden ayudarte en tu tarea como cuidador y no desarrollar o combatir el síndrome del cuidador quemado:
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Cuídate sin descuidarte. Ten en cuenta las necesidades básicas de la persona a la que cuidas, pero también ten en cuenta las tuyas propias, también en relación al ocio.
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Cuida tu descanso y duerme lo suficiente. Busca momentos en tu día a día para parar y desconectar. Momentos de conexión con el cuidado a la persona dependiente y momentos de desconexión, conectando con tu propia relajación y descanso.
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Reserva un tiempo para ti. Reorganiza tu tiempo y explora aquellas cosas que te gustaría hacer en tu día a día y ordénalas según la prioridad. Apunta en tu agenda tus momentos de descanso u ocio, no te olvides de reservar un tiempo para una cita contigo misma. Si no reservas tiempo para ello, corres el riesgo de dejarte llevar por el día a día y no encontrar esos momentos tan importantes para ti y tu salud.
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Cuida tu alimentación y tu cuerpo. Una dieta equilibrada y el ejercicio moderado te ayudarán a sentirte mejor contigo mismo y a descargar posibles tensiones físicas y emocionales.
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Mantén tus relaciones sociales, cuando estamos al cargo de una persona dependiente es fácil aislarse, mantener el contacto con "el mundo exterior" es fundamental para no caer en la tristeza y la apatía. Piensa en ello como una necesidad básica, como comer o dormir.
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Pide ayuda en caso de necesitarlo. No siempre tenemos que ser nosotros los que cubramos las necesidades de la persona dependiente. Es posible que podamos compartir este cuidado con otras personas. Es habitual que cuando en una familia un miembro sustenta el rol de cuidador, el resto de la familia se "acomode" dejándole toda la carga a esa persona. Reveindica tus necesidades y tus derechos, que asumas voluntariamente la carga principal no significa que la asumas toda, ni que no necesites ayuda.
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Expresa tus sentimientos. Todas las emociones tienen su función. Si experimentas alguna emoción agradable, expresarla te puede acercar un poquito más a tus seres queridos. En el caso de experimentar alguna emoción desagradable, su expresión puede fomentar la empatía y generar conductas de ayuda en los demás. Expresar lo que sientes es necesario para ventilar tus emociones, y ponerle palabras a lo que sientes te ayudará a sentirte mejor. Tu situación es dura, no te lo calles, tienes derecho a expresarlo, y es bueno que lo hagas, las emociones negativas hacia la persona a la que cuidas son normales, no quiere decir que le quieras menos, aceptar y normalizar esas emociones te ayudará a liberarte de ellas en gran medida, y si necesitas un espacio seguro donde expresarte, contacta con un psicólogo o psicóloga.
Acompañamiento psicológico del cuidador
La intervención psicológica para cuidadores debe centrarse en diferentes aspectos como en la modificación de aspectos cognitivos, es decir, de pensamientos y emociones que puedan estar facilitando la permanencia del síndrome del cuidador, y la intervención sobre determinadas conductas en el cuidado. Además, es importante el entrenamiento en habilidades sociales y en la solución de problemas. Por ejemplo, en pedir ayuda a familiares y amigos y dedicar más tiempo a sí mismo o a sí misma. La ventilación emocional para aceptar e integrar las emociones negativas como la frustración, la tristeza, la rabia o la culpa es fundamental en estos casos. El mindfulness, también es un buen recurso, ya que, a través de su práctica se ha observado que las personas que cuidan aprenden a observar y aceptar sus propios pensamientos, emociones y sensaciones sin ese afán por cambiarlos y modificarlos. Esta técnica ha demostrado resultados muy beneficiosos en esta población, siempre y cuando la práctica se integre en su vida diaria.
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